Antonio Ventura
Madrid: Siruela, 2004
Mientras espera a su chica, en un caluroso agosto madrileño, un adolescente repasa su vida: los momentos más importantes, los libros y las películas que le han marcado, las situaciones familiares que ha vivido, todo lo que ha convertido a Sergio en un muchacho especialmente sensible y diferente de sus compañeros.
Con abundantes monólogos, que permiten al autor mostrar las reflexiones del protagonista mientras espera, el autor construye una novela intimista en la que el narrador se implica tan intensamente en la historia que alterna la tercera y la primera persona de forma intencionada, en un continuo juego con el lector. Un narrador-autor y un protagonista que se funden, como si quisieran intercambiar en ocasiones sus papeles, quizá sugiriendo el carácter autobiográfico del relato.
El muchacho, un gran lector y aficionado al cine, recurre a sus héroes de ficción cuando necesita modelos de actuación, y el lector va recibiendo pistas sobre el libro que está leyendo, del que abundan referencias desde el inicio de la obra. Pero también hay un héroe de carne y hueso, su apasionado profesor de literatura (quizá trasunto del autor) que sirve a Sergio de guía con sus consejos sobre la vida y sobre el amor.
Un recorrido por los alrededores del Retiro sirve de marco a esta historia que, como el título anuncia, sucede en tan solo 13 horas. El autor invita al lector a recorrer mentalmente estos lugares tan significativos para el protagonista, con el apoyo de unas fotografías en blanco y negro muy sugerentes. El sentimiento de larga espera lo sufre también el lector que, junto a Sergio, vive estas trece largas horas con el presentimiento, desde el comienzo, de que ella no va a aparecer.
Y al final, quedan muchas preguntas ¿por qué no acude Marta? ¿Será ella esa chica tan especial o solo el fruto de una idealización de amor adolescente? Pero, verdaderamente, no es eso lo que importa en la novela. Lo que parece que el autor quiere mostrar es cómo esas trece horas de espera y conversaciones consigo mismo han convertido a Sergio, no en un fracasado, sino en un muchacho más maduro y con una idea más clara de sí mismo.