Catalina González Vilar
Ilustraciones de Miguel Pang Ly
Barcelona: A Buen Paso, 2014
Los niños sueñan con ser pilotos, inventores o futbolistas. Lo que no es tan frecuente es que a uno lo saquen del sueño y de la cama para convertirlo en el Primer Ser Terrestre que Conoció a un Marciano, una forma un tanto peculiar de alcanzar la gloria.
Esta es la historia de nuestro protagonista, una leyenda en la Tierra desde su primer encontronazo con un alienígena hace un montón de años. El suyo inauguró la Primera Invasión Marciana, aunque lo cierto es que nunca hubo una segunda. Lo que pasa es que el «Primera» tiene mucho más gancho; invasión, lo que es invasión… fue más bien pacífica; y para colmo, los marcianos no venían de Marte, sino de un planeta lejano llamado Marcia. Todo esto son menudencias de los periodistas que no quitan mérito a nuestro protagonista, a quien el avistamiento del OVNI le tocó tan cerca… que cayó en su balcón.
Catalina González Vilar nos trae una historia infantil fresca y original con los toques de humor y la una voz narrativa propia habituales en su obra. El formato de álbum ilustrado no corta las alas al texto, que en forma de regresión del protagonista, ya convertido en un anciano, nos cuenta cómo cambió la vida en la Tierra después de la visita de los marcianos.
Porque la Primera Invasión Marciana no afectó en turismo espacial ni al desarrollo tecnológico, al contrario de lo que se podría pensar. O no tanto. Lo mejor que trajeron los marcianos, con sus aspecto cefalópodo y afición a las heladeras, fue precisamente la comunicación entre los que ya estaban en la Tierra. Ni más ni menos.
Con el correspondiente «toque tentacular», los humanos, geranios, cacatúas y cualquier ser vivo sobre la faz de la Tierra pueden empezar a entenderse. Las plantas piden que las rieguen, los moluscos dicen cómo quieren ser tratados y así, de golpe y porrazo, toda la flora y fauna del planeta se entiende (y comprende) de una vez por todas, aunque ha necesitado de una ayudita exterior (muy exterior) para conseguirlo.
La invasión marciana puede ayudar a los niños a descubrir que no son los únicos seres vivos del planeta y que el hecho de no comunicarnos con los demás no significa que no tengan sus problemas ni que podamos desentendernos. Si los alienígenas se habían dado cuenta de esto era solo por una cuestión de perspectiva: todos parecemos un puntito cuando nos observan desde una nave espacial. Lo curioso es que en las distancias cortas no existen seres más vivos que otros, y todos compartimos el mismo mundo.
Las ilustraciones de Miguel Pang Ly son el otro ingrediente para sumergirnos en este paseo, con un estilo muy propio e integrado completamente en el texto capaz además de esconder otras historias en los dibujos. Los niños disfrutarán buscando elefantes, jirafas, pingüinos y canguros mientras se plantean cómo sería el mundo si pudiesen comunicarse con ellos. ¿Cambiaría mucho? ¿No podrían empezar a cambiarlo desde ahora?
Catalina González Vilar mantiene una bibliografía muy interesante desde que la conocimos con La mujer que cocinaba palabras (Anaya) y puso de acuerdo al jurado del Premio El Barco de Vapor con El secreto del huevo azul. No ha dejado de publicar desde entonces y acaba de estrenar una serie de aventuras. Lila Sacher y la expedición al norte (SM) abre una saga con un buen toque de aventuras y expediciones. El lector, cuando el viaje es bueno, se deja llevar adonde haga falta.