Provocar miedo, no náuseas: ¿Qué implica escribir historias de terror para chicos?
Desde su adolescencia, el autor e ilustrador inglés Chris Priestley (Hull, 1958) ha sido un fan de la literatura de terror. Ya de niño, solía escribir y dibujar sus propias historias; de hecho, recibió su primer reconocimiento literario a la edad de nueve años cuando participó en un concurso de escritura organizado por un diario en Gibraltar. Fue un lector empedernido de cómics; entre sus favoritos se encuentran Strange Tales (Marvel) y House of Mystery (DC), pero también devoraba ávidamente los relatos de renombrados autores del género del horror y la ciencia ficción tales como Edgar Allan Poe, Mary Shelley, Ray Bradbury, H.G Wells y M.R. James —cuyos cuentos de fantasmas adaptados a la pequeña pantalla por la BBC nunca se perdía en navidad.
Debido al trabajo de su padre, quen era militar, pasó su niñez entre Gales, Gibraltar y Newcastle-upon-Tyn, al noreste de Inglaterra. Estudió arte en la Universidad Metropolitana de Manchester y posteriormente se fue a vivir a Londres, donde empezó a desempeñarse como ilustrador. Diseñó desde carteles teatrales hasta etiquetas de enlatados, pero pronto se vinculó a diversos periódicos y revistas como ilustrador editorial, dibujante de cómics y caricaturista político, oficios que desempeñó durante treinta años. Trabajó para Record Mirror, The Listener, Radio Times, The Times y The Economist, entre otros. Creó e ilustró tiras cómicas como Bestiary y 7:30 for 8 (para Independent), Babel (para The Observer) y Payne’s Grey (para New Statesman).
Su amigo Chris Riddell, también ilustrador, caricaturista y escritor inglés, le sugirió que explorara el campo de la literatura infantil y juvenil. Gracias a esta sugerencia, Chris Priestley inició su prolífica carrera como escritor. Su primer libro para chicos data del año 2000 y se titula Dog Magic! A este le ha seguido una larga lista que incluye: Jail-breaker Jack (2001), Witch Hunt (2003), Billy Wizard (2005) y Mister Creecher (2010). En español se encuentra traducida gran parte de la saga de cuentos de terror: Cuentos de terror de mi tío (Norma, 2009, traducido por SM en España como Cuentos de terror de los objetos malditos), Cuentos de terror desde la boca del túnel (2010) Cuentos de terror del barco negro (2011), también la novela Lo más cruel del invierno (2015) y Todo menos esto (2017).
Entre los galardones que ha recibido por su trabajo como escritor podemos mencionar el Lancashire Fantastic Book Award en 2006 por Redwulf’s curse, el Dracula Society Children of the Night Award por Cuentos de terror de la boca del túnel en 2009 y Mister Creecher obtuvo el Book Award St. Helens en 2012. Algunas de las traducciones de sus obras también han sido galardonadas. En 2017 visitó la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires y en 2018 la Filbo en Bogotá. Actualmente vive con su familia en Cambridge donde sigue dedicado a sus actividades preferidas: escribir historias de terror, ilustrar y pintar.
En 2008, una amiga editora en Colombia me regaló los Cuentos de terror de mi tío justo antes de viajar a hacer una maestría en literatura gótica en Stirling, Escocia. Las tenebrosas historias que el tío Montague le cuenta a su sobrino Edgar acerca de la perturbadora colección de objetos malditos que guarda en su remota mansión me cautivaron por completo, al igual que la ternura fúnebre de las ilustraciones de David Roberts. Fue así como me convertí en una fiel lectora de su obra. En aquella época de la maestría, incluí Los cuentos de terror de mi tío en la lista de obras de terror para chicos que estudiaría en mi disertación y contacté al autor a través de su blog; él muy gentilmente no tardó en responderme. Ese es el origen de esta entrevista y de mi gusto por la obra de este autor e ilustrador inglés.
¿Crees que deberían existir ciertos límites cuando se escribe literatura de terror para niños, especialmente para aquellos lectores entre los nueve y los doce años?
Pienso que tratar de limitar la intensidad del horror genera problemas. Si no eres lo suficientemente cuidadoso, lo único que vas a crear es un texto que no produce ni el más mínimo atisbo de miedo. Esto es lo que sucede con las comedias para niños. Se tiende a creer que porque los chicos no son muy “sofisticados”, por así decirlo, cualquier cosa los puede cautivar. Es por eso que muchas de las comedias para chicos no son nada divertidas o sencillamente no van más allá del humor de golpe y porrazo, de la bufonada. Asimismo, mucha de la literatura de terror para chicos es sumamente básica. De manera deliberada, he tratado de hacer concesiones con respecto a la edad de los lectores lo menos posible. Por supuesto que en mis historias suceden cosas espantosas, pero no me interesa en lo absoluto describir una decapitación o el aspecto que tienen unas vísceras. Quiero causarle al lector un buen escalofrío, pero no me interesa perturbarlo (aunque un buen choque producido por la narración de acontecimientos extraños sí que vale la pena). Esto significa, sin embargo, que a los lectores más jóvenes mis cuentos les pueden resultar confusos sencillamente porque no siempre explico de manera explícita lo que ha sucedido y porque con el fin de crear una atmósfera victoriana convincente, empleo un nivel de lengua muy elaborado; esto en parte puede parecer arcano y difícil.
Existen diversos modos de enfocar las historias de horror para chicos; podemos hablar de fantasía oscura, historias sangrientas, historias románticas de vampiros, cuentos de suspenso, entre muchos otros subgéneros. ¿Crees que el mercado favorece más a unos que a otros? En ese mismo sentido, y a partir de tu experiencia con las editoriales, ¿piensas que el mercado de la literatura infantil está ampliando sus horizontes para publicar historias de horror que a primera vista no son muy comerciales?
Sí, pienso que el mercado de la literatura de horror infantil es bastante rudimentario. Una gran parte de dicho mercado parece ser transgresor simplemente a partir de la noción: “¡Oh, eso es asqueroso!”. A mí no me gusta ese tipo de horror ni en la literatura infantil ni en la ficción o el cine para adultos. Entre gustos no hay disgustos, pero yo prefiero que me hagan sentir miedo, no asco. Todo el mundo le tiene aversión al dolor; esa es probablemente la manera más fácil de hacer que la audiencia se retuerza incómoda en su silla. Pero a mí me gustan los libros y las películas que se esfuerzan un poquito más. Las editoriales son un negocio, y por tanto no tienen tiempo para algo que no sea comercial. Pero a título individual, los editores siempre son personas (en el caso de la literatura para niños casi siempre son mujeres) que aman los libros y que apoyan increíblemente a los escritores y el proceso de escritura. Es fácil culpar a las editoriales de bajar el nivel intelectual de las publicaciones, pero si nadie comprara ese tipo de producciones, ya no se imprimirían. El horror es en verdad un género muy amplio. Puede ser tan realista y contemporáneo como puede ser completamente fantástico. Como género ha creado su propia mitología a la cual pueden recurrir una y otra vez los nuevos escritores. Ha tomado elementos del folclore y la superstición. Puede ir a todo galope o deambular entre las sombras. Como la ciencia ficción, el horror se reinventa a sí mismo sin parar y sucederá lo mismo con el horror para chicos.
Cuando se les pregunta a los escritores de historias de horror para chicos cuál es el propósito de su escritura, las respuestas varían. Para algunos, lo esencial es distraer y asustar, mientras que para otros es clave hacer que los chicos sean conscientes de que pueden desafiar sus miedos, en lugar de reprimirlos. ¿Cuál es tu posición, qué esperas fomentar en tus jóvenes lectores?
Bueno, una historia de terror que no asusta es como un chiste que no hace reír. Quizás no hay nada más redundante e inútil. Pero así como todo el mundo no se ríe de las mismas cosas, pues no toda la gente le tiene miedo a lo mismo. Escribir cuentos de terror para chicos es algo delicado porque (irónicamente) ellos no necesariamente se sienten tan vulnerables como nosotros los adultos. Los adultos se preocupan y los escritores de historias de espanto activan ese botón de manera constante. Los niños no se preocupan de la misma manera… claro que sí lo hacen, pero no anticipan igual que los grandes. La anticipación juega un rol clave a la hora de inducir miedo. Yo definitivamente quiero asustar a mis lectores. Pero también quiero ofrecerles algo que esté bien escrito, que use el lenguaje de manera interesante, de manera lírica. No me interesa salir de repente y gritar: “¡Buu!”.
Las ilustraciones de David Roberts, que me recuerdan el trabajo de Edward Gorey, encajan de maravilla con tus historias porque capturan la atmósfera victoriana y la dulzura macabra de los personajes. ¿Podrías contarme cómo fue el trabajo con David Roberts?
Pienso que David Roberts ha hecho un magnífico trabajo con estos libros. Claramente es un gran admirador del trabajo de Gorey (como yo) y sus ilustraciones aligeran el tono de mis historias. Si yo las hubiese ilustrado, habrían sido mucho más oscuras. En realidad he tenido muy poco que ver con David; como yo también soy ilustrador, hago un esfuerzo consciente para no opinar sobre su trabajo a menos que sea para corregir alguna imprecisión, algo que contradiga o distorsione el texto. Los ilustradores dan lo mejor de sí mismos cuando se les deja tranquilos para que tengan el espacio necesario para divertirse. Y creo que David se ha divertido mucho y eso se nota.
¿Alguna vez tus editores te han pedido que suavices una de tus historias?
En realidad no. Creo que puedo salirme con la mía porque no tiendo a concentrarme en los hechos sangrientos. Describo cosas que si se filmaran, no serían apropiadas para chicos en lo absoluto, pero no siempre relato los detalles. No se me ocurre nada que me hayan rechazado con el argumento de que era demasiado tenebroso.
En las historias de la colección “Cuentos de terror” nos encontramos con un personaje emblemático del horror: el niño maligno, poseído o bien fantasmagórico. ¿Por qué crees que este cliché sigue siendo altamente eficaz, escalofriante y vigente?
Sin duda, la sociedad actual le teme a los “niños salvajes”, aquellos que vagabundean por las calles, en busca de problemas, armados de cuchillos y sin ningún código moral. No obstante, pienso que probablemente esto siempre ha generado pánico. No sabría decir si ahora se le teme más a los chicos que en la época en la que John Windham escribió Los cuclillos de Midwich (1957) o cuando Golding escribió El señor de las moscas. Desde el punto de vista de un escritor, es mucho más sencillo. Alguien, o algo, que no actúa de la manera que se supone que debería, nos perturba, nos desorienta. Un niño que habla como un adulto y se queda quieto (algo que los niños rara vez hacen) y que además no sonríe (así como nos gusta que los chicos lo hagan) hace parte de los mecanismos narrativos recurrentes. Pasa algo similar con el paradigma de la mujer que debería estar dedicada a la crianza, pero que contradice ese esquema; por ejemplo, las madres malignas, las niñeras crueles, y cosas así por el estilo. Estas inversiones nos ponen los pelos de punta porque cuestionan nuestros prejuicios. Como dije anteriormente, todo eso hace parte de la construcción del tono perturbador. Si es admisible que un chico se comporte como un adulto, entonces, qué más podrá suceder. Es una advertencia al lector: “Atención, ese suelo por el que transitabas, que tú creías tan sólido, pues está bien deteriorado y a punto de hundirse”. Cuando voy a visitar colegios, siempre digo que los niños son tenebrosos. La gente siempre se ríe. Pero en realidad pueden serlo. Muchas de mis historias se desarrollan en torno a la intensidad del mundo privado de los chicos, la intensidad de sus juegos. Por ejemplo, “Ofrendas” que hace parte de Cuentos de terror de mi tío, tiene mucho que ver con eso. Vemos a un niño completamente absorto, hablando solo; ¿pero, qué es lo que está haciendo en realidad? Saki lo hizo de manera maravillosa, pues él si que supo captar el sentimiento aquel de tarde aburrida de domingo cuando parece que el tiempo se hubiese detenido y todo adquiere un matiz extrañamente irreal.
Los chicos tienen acceso a múltiples formas de entretenimiento y el horror está presente en algunas de ellas (videojuegos, películas, cómics, etc.). ¿Cómo se las ingenian los escritores para atraer a sus lectores?
No lo sé, esa es la respuesta. Hay muchos libros y muchos lectores. Pienso que es probablemente un error que los libros traten de competir contra esas otras alternativas (tratando de imitarlas) pero depende de nosotros, como sociedad, asegurarnos de dejar muy claro que consideramos los libros y la lectura como una parte esencial de la vida, no como algo que hemos dejado atrás y que podemos desechar porque, de alguna manera, está pasado de moda y no es lo suficientemente apasionante. Una buena película puede quedar grabada en tu mente por años, pero un buen libro puede cambiarte la vida. La producción de libros para niños se rige por las fuerzas del mercado y desafortunadamente existen muchos, muchos libros escritos tan solo porque estaban dirigidos a un determinado nicho del mercado. Los escritores no deberían considerar todas estas cosas a la hora de escribir. En lugar de ello, deberían enfocarse en su libro y escribirlo asegurándose de dar lo mejor de sí mismos. Enfrentarse con esas otras cosas es asunto de las editoriales, no de los escritores.
Buenas noches, este mensaje es para Carolina Abello O. a quien conozco desde 2002 por las clases de Alemán en el Goethe.
Agradezco si pueden informarle mi correo electrónico y reestablecer el contacto.