Mercedes Neuschäfer-Carlón
Ilustraciones de Dani Torrent
Sevilla: Kalandraka, 2011
A Kalandraka le debemos el recuperar títulos que podrían olvidarse y que sin embargo son joyas para disfrutar siempre. Libros que podrían quedarse descatalogados pero que, a veces tal cual y a veces “remozados”, siguen siendo tan interesantes como lo fueron en su día cuando se presentaron por primera vez.
Es el caso de este título de la escritora ovetense, afincada en Alemania, Mercedes Neuschäfer-Carlón, que ya apareciera en 1988 y que ahora aparece en la cuidada colección “Siete leguas”, tanto en castellano como en gallego.
Si Drácula es la novela que se considera como puerta a la literatura gótica, y que ha sido abordada por los jóvenes de todos los tiempos como si fuera juvenil, la historia de Mefi, Sata y Monio sería el primer cuento gótico para niños, por lo que hay que avisar que es deliciosamente terrible y su final no muy tranquilizador.
A poco que nos fijemos en los nombres de estos tres protagonistas, veremos detrás alusiones a Mefistófeles, Satanás y el Demonio, y es que los chiquillos son un terrible encanto: de uñas enormes y orejas puntiagudas solo saben hacer travesuras de alto grado, lo que se agrava cuando su padre viudo aparece por casa con una señora y tres angelicales niñas. Y más aún cuando padre y madrastra se ausentan y se quedan solos en el castillo con sus “hermanitas”, a las que no piensan dejar tranquilas. Solo que las angelicales niñas sabrán defenderse y serán ellas las que terminen teniendo las orejas puntiagudas.
Un “donde las dan las toman”, un “cuidado con la ley del más fuerte”, un “no te dejes intimidar y reacciona”, y otros tantos mensajes sutiles se pasean por la historia de terror que riza su rizo con las ilustraciones del catalán Dani Torrent. Y es que en cada una de ellas vamos a notar una atmósfera pesada, claustrofóbica, en la que nos sentimos observados por unos terribles ojos, tanto estén dibujados como no lo estén. La travesura se carga de malicia y el peligro y el miedo forman parte de esas páginas ilustradas con tonos ocres, amarillentos, rojizos, con unas expresiones en las caras y en las manos que son un reto para los valientes.
Y con ello no va a ser un libro para pasar miedo (siempre que se ofrezca después de los nueve años) sino para sortearlo en esa morbosa catarsis en las que todos caemos por el atractivo del relato de terror. Además, nos plantea la reflexión sobre las conductas y sus causas, así como la dicotomía entre el bien y el mal.