Ricardo Gómez
Madrid: Edelvives, 2013
XIII Premio Alandar
Sebastian tiene una identidad secreta, El Asesino, un alias que lo identifica como adversario letal para todo aquel que se atreva a desafiarlo, porque trabaja como probador de videojuegos y está acostumbrado a enfrentarse a otros y derrotarlos con facilidad y sin misericordia. Por su parte, El Asesino tiene una identidad pública, Sebastian, un chico retraído que, aunque no tiene problemas para relacionarse, ha encontrado en la informática y más concretamente en los videojuegos, un modo de vida con el que se siente a gusto; y esta condición de doble identidad tiene un paralelismo en su vida, porque mientras El Asesino es un fenómeno a la hora de eliminar adversarios y destruir objetivos, Sebastian mantiene una fatigosa lucha por encauzar su existencia diaria, marcada por la muerte de su hermana mayor y por la posterior separación de sus padres, un día a día marcado por la abundancia de silencios y mentiras. Pero si El Asesino estuviera al tanto de algunas verdades de su trabajo como probador, con seguridad se refugiaría en su “incierta vida normal”, como diría Luis Rojas Marcos; la ignorancia es lo único que le salva de un sufrimiento y un arrepentimiento que se antojarían insoportables.
Esta inteligente y atractiva novela de Ricardo Gómez, que presenta rasgos de historias que ya son una referencia como la película Juegos de guerra o la novela El juego de Ender, no solamente es la historia de un adolescente que está aprendiendo a hacerse hombre, es también una seria advertencia que obliga al lector a formularse preguntas: ¿Estoy siendo manipulado, hasta qué punto y por quién?