Fred Bernard
Ilustraciones de François Roca
Madrid: Lumen, 2003
Uno de los mayores inconvenientes a los que se enfrenta un álbum ilustrado a la hora de su compra, es la percepción que el comprador (habitualmente un adulto) tiene de que resulta demasiado caro en relación con su tamaño y con el tiempo durante el cual va a ser disfrutado por el niño. Si bien en algunos casos esto puede ser cierto, en otros es un grave error; solamente debemos pensar cuando a los adultos nos gusta un libro que hemos comprado. Lo leemos, lo comentamos y recomendamos a otras personas y, en ocasiones, volvemos a él y lo releemos. No se trata de una simple compra para un momento determinado, sino que permanece en el tiempo.
Si esto sucede cuando somos mayores y, por tanto, menos impresionables, con mayor razón ha de pasar en esa edad en la que todos asimilamos los estímulos que nos rodean a gran velocidad y tenemos una enorme capacidad para fascinarnos. Es por eso por lo que hay álbumes ilustrados -los llamados cuentos- que no solamente no son de consumo inmediato, sino que resultan ser libros de “largo recorrido” porque se recuerdan, se guardan y se transmiten al cabo del tiempo a otros y siempre con un cariño que va más allá de lo material.
El tren amarillo puede ser perfectamente un ejemplo de lo anteriormente expuesto. Tanto por la calidad de su texto y de las múltiples lecturas que tiene, como por sus impresionantes ilustraciones a toda página -a medio camino entre unas con ambientación de principios del siglo XX y otras de un marcado carácter futurista- esta obra pertenece por derecho propio a la categoría de libros que perduran en la memoria y que, tarde o temprano, se vuelven a ojear aunque sólo sea por el placer de recordar algo que en su día nos gustó. Y en cada relectura, en cada trayecto de abuelo y nieto en su coqueto tren, a buen seguro descubrimos aspectos inéditos hasta ese momento, entre otras cosas porque la historia crece al mismo ritmo que el lector.
Por eso, y volviendo al principio, lo “caro” resulta barato y la compra se transforma en una inversión. Una inversión de futuro.