Elena Ferrándiz
Barcelona: Thule, 2010.
Pocas veces está tan claro eso de que un libro tiene más de una lectura. Es más, como libro donde el juego es lo definitorio, se podría jugar a interpretar textos e ilustraciones a distintos niveles. Con la primera lectura, la literal, tendremos un bonito libro que gustará a chicos y chicas que se crucen con él por el atractivo indiscutible de las imágenes, el ritmo de la obra en conjunto y los juegos de palabras que a veces parecen hasta ingenuos. Pero si son adolescentes los que se acercan a este título, van a empezar a leer entre líneas, a interpretar metáforas visuales y a felicitarse porque van entendiendo el mundo de los adultos.
Y es que Elena Ferrándiz, que ya se acercó metafóricamente al amor y sus consecuencias en La media naranja (también en Thule), despliega en este título numerosos recursos visuales y otros tantos literarios para componer una particular caja de “Juegos reunidos” en torno al amor. Agrupándolos en cinco apartados, los juegos más conocidos de siempre (de los dardos a las cartas, el yoyo o el ajedrez… y así hasta veinte juegos) van a ir sirviendo para representar esos momentos en los que se produce el enamoramiento, la conquista, el emparejamiento, las dificultades del estar en desigualdad y, como colofón, la soledad, que podría ser la invitación para volver a iniciar nuevamente el libro.
Cada apartado va a ser presentado puntualizando en cada ocasión las estrategias, o peligros, o alternativas, o la forma de perder el juego. A partir de aquí se enfrenta la descripción de un juego con la ilustración correspondiente, quedando un catálogo en el que difícilmente no nos vamos a identificar como jugadores en alguno de sus artículos.
Una fina ironía, una sutil advertencia, una denuncia velada, un guiño cómplice o una descarada provocación nos saltan en forma de palabras que se dejan llevar juguetonas de un renglón a otro y que, hasta en los casos en los que se masca la tragedia, contienen un gran sentido del humor. Igual pasa con las imágenes tanto en los personajes, con el muestrario de expresiones adecuadas en cada caso, como en los escenarios y la luz.
Un atrevido libro en su segunda lectura envuelto de la sencillez que se presenta como primera, y que desde la cubierta nos aconseja que, en cualquier caso, le demos cuerda al corazón.
Elena Ferrándiz Rueda es licenciada en Bellas Artes, en la especialidad de grabado, por la Universidad de Sevilla. Ha realizado exposiciones en Sevilla y en otras ciudades españolas y europeas. Colabora como ilustradora para varias editoriales en libros de texto, para instituciones como Cruz Roja o el Ministerio de Educación y Ciencia, y para diferentes revistas y publicaciones como FP Foreign Policy.