Quint Buchholz
Traducción de L. Rodríguez López
Salamanca: Lóguez, 2011
“Por la noche, el pequeño oso se ha quitado sus pantalones de manzanas y se ha puesto sus pantalones de estrellas. (…) Ahora todo está en silencio. Pero el pequeño oso aún no está cansado. Y cuando los pequeños osos no están cansados, se escabullen de su cama sin hacer ruido, se construyen una escalera para subir hasta la ventana y mirar hacia fuera…”
Este álbum no es una novedad, de hecho fue el primer álbum de su creador, Quint Buchholz, que se publicó en España en 1998. No obstante, esta nueva edición que nos trae Lóguez, y la que se ha publicado este año también en Alemania, tiene algunos pequeños cambios respecto de la original. Entre ellos, la cubierta y el formato, pero también retoques de texto. En cualquier caso, y dado que nunca lo habíamos reseñado previamente, aprovechamos esta circunstancia para hablaros de él.
Según nos contó Buchholz hace unos años en un encuentro que tuvo lugar en el Instituto Goethe, Duerme bien, pequeño oso fue un álbum que hizo para su hija, que por aquel entonces contaba cinco años. Lo terminó tres años más tarde, lo que da una idea del tiempo que invierte en la realización de cada ilustración. Y cuando se lo leyó, ella le contestó que le había gustado, pero que ya estaba algo mayor para osos.
A nosotros, que quizá no somos tan mayores, no solo nos gusta, sino que nos deslumbra. Cada palabra de este álbum se saborea como las manzanas que decoran el pantalón del pequeño oso, y cuando uno ha leído el texto de la página par, y dirige su vista a la ilustración de la página impar, el sabor de multiplica y se completa.
Como si estuviéramos ahí mismo, en la habitación donde duerme el pequeño oso, asistimos al momento en el que se va a la cama. Pero no está cansado, y no tiene ganas de dormir. Así que se contruye una escalera de libros bajo la ventana, justo al lado de ese dibujo pegado a la pared donde Winnie apura una jarra de miel, y mira hacia afuera. La luna ilumina el mundo, ese mundo que ahora permanece tranquilo, abandonado, silencioso, pero que él ha recorrido durante el día, jugando a los piratas en el lago, ayudando a la vecina a cultivar sus flores, visitando a su amigo el espantapájaros, o deslumbrándose ante los fenómenos del circo. Los recuerdos del día pasado confortan al pequeño oso, y las expectativas del mañana le alegran, pues podrá de nuevo jugar en el lago, pasear con su amigo el pequeño asno, o contemplar la lluvia desde el granero.
Desde la ventana, mientras todas estas imágenes vienen a su mente, el oso contempla la luna, que brilla sobre la pradera, sobre la casa, sobre el mundo entero, pero también brilla dentro, a través de la ventana. “A veces, el pequeño oso le da un beso de buenas noches a la luna… y entonces se queda dormido”.
Cuando cerramos este libro tenemos una sensación de felicidad, y de seguridad. El propio Buchholz reflexionaba sobre este hecho: “Un aspecto importante en los libros infantiles es el de la seguridad. Esto no es válido para todos los libros, pero esa sensación de sentirse seguro es importante. El mundo se ha hecho muy complicado para nosotros, los adultos, y podemos estar seguros de que para los niños también”.
Las ilustraciones que dan vida a esta historia no son abarcables de un solo vistazo. Requieren relecturas, análisis, reflexión, y algo de calma. Y también requieren del texto, no porque no se entiendan sin él (que también), sino por la carga emotiva que le añaden. Contemplamos con asombro, y con placer, ese mundo cotidiano y mágico de Buchholz, que es capaz de emocionarnos con la imagen reflejada de un oso de peluche contemplando absorto la noche a través de la ventana, o de sorprendernos con un payaso que toca al violín una nana para que se duerman los elefantes.
Técnicamente, Buchholz alcanza la perfección en su estilo hiperrealista, pero si detrás no hubiera un mundo interesante, una mirada personal, sus imágenes no transmitirían nada más allá de la admiración técnica. Por suerte, a este virtuosismo podemos añadir una cabeza bien colocada, que sabe conmovernos y maravillarnos, como hace en este álbum.
(Merece la pena que quien no lo conozca hojee las primeras páginas en la web de la editorial).
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