Este álbum editado por Ekaré y de la feliz autoría de Javier Sáez Castán cuenta, una vez más, una historia de colores, mas poco importa a la literatura la repetición de motivos argumentales, ya que ella se sabe conformada por la sustancia del lenguaje y es éste el que le da esencia literaria a la obra más allá de la historia que cuente.
Entradas escritas por Xabier P. Docampo
Animalario (arte de la India)
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La cualidad de primitivismo, ingenuidad y sencillez, pero también de sutileza y ambición expresiva de las bellísimas imágenes de este libro y la característica de poder ser contempladas como el final del camino que recorrió la historia del arte para dar de nuevo en su origen, parece ser lo que está detrás del hecho de que una empresa editorial, que todos conocemos por su dedicación al álbum ilustrado infantil, se decida a incorporar esta obra a su catálogo.
El festín de Babette
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Isak Dinesen incluye, junto con otros tres, este relato en su libro Anécdotas del destino*, escrito originalmente en inglés. Ahora Nórdica nos ofrece una cuidada edición en la cual la calidad del papel, el generoso cuerpo de letra, la tapa dura entelada y la atractiva sobrecubierta forman el umbral perfecto para adentrarnos en esta maravillosa historia de esa cazadora de sueños que “tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong”. Las dos hijas de un pastor luterano que había fundado en el pueblo noruego de Berlevaag un grupo de fieles piadosos, le han sobrevivido y mantienen la memoria de su padre así como las enseñanzas y prácticas religiosas que aquél había iniciado. La caridad y la austeridad son las normas de vida de Martine y Philippa.
Chamario
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Puerto Malo es “un pequeño pueblo de pescadores de pocas calles y muchos barcos”. Allí vivía Blas Coll, tipógrafo que dictaba magisterio a unos discípulos que acabarían por convertirse en “colígrafos”. Uno de estos sería el poeta Eduardo Polo. De él sabemos poco más que, antes de desaparecer -a semejanza de cuantos hicieron de su grandeza, en lugar de un escaparate para la vanidad, un cobijo para sí mismos (Bierce, Salinger, Pynchon, Ben Traven…)-, destruyó todos sus escritos menos este libro “compuesto como un juguete verbal”.