Introducción y notas Kanchana Arní y Gita Wolf
Vigo: Factoría K de libros, 2006
La cualidad de primitivismo, ingenuidad y sencillez, pero también de sutileza y ambición expresiva de las bellísimas imágenes de este libro y la característica de poder ser contempladas como el final del camino que recorrió la historia del arte para dar de nuevo en su origen, parece ser lo que está detrás del hecho de que una empresa editorial, que todos conocemos por su dedicación al álbum ilustrado infantil, se decida a incorporar esta obra a su catálogo.
El libro se abre con un interesante y esclarecedor estudio sobre el arte comunitario indio por el cual nos acercamos a orígenes, formas, estilos y escuelas representadas en las treinta y cuatro imágenes, incluyendo guardas y portadilla.
Así sabemos del fin utilitarista del arte popular que, relacionado con la religión hinduista, decora los hogares a la hora de los rituales y la simbología que explican la cosmogonía de que se dotan los fieles de esta fe.
En estas obras de arte popular encontraremos tigres que nos miran de frente, leones que amenazan más con su ojo que nos mira que con sus fauces abiertas o ciervos de sorprendente elegancia y estilización, junto a serpientes que ocupan el cuadro de arriba abajo y se salen de él porque no es capaz de contener tan desmesurada longitud; sin olvidar al elefante bellamente ataviado y, eso sí, con su ojo frontal.
En la forma de arte llamado tradicional, aquél que nace ligado a los templos y que se encuentra firmemente codificado en su estructura representativa, damos con leones de melena que se remata en corona y actitud de representación heráldica; elefantes de altiva planta que parecen pisar flores, cobras que más que descender nacen de los árboles.
Pero es el apartado del arte tribal, aquél, a decir de la introducción y de las notas, que mejor y con más vocación representa la unión entre el hombre y la naturaleza donde encontramos actitudes en los animales que nos hacen entrever el papel de la memoria en la idealización de los animales, ya que ciertas escenas parecen momentos de recuerdo que se hacen presentes.
Debo confesar mi predilección en este hermoso libro por los animales que, pertenecientes al arte tribal, se agrupan en el estilo Gond salidos de diversas manos autorales.
Dos tigres que uniformizan sus volúmenes en el juego-lucha creando suaves curvas que restan dramatismo a la escena y resueltos en escamas de rojo, amarillo y plata, junto a los dos ciervos suspendidos en un revuelo o elevación amorosa sobre un aire de luces blancas (rojas en la cubierta); un búfalo y un lagarto, fiesta de puntos que hacen escamas o líneas en distribución de rojos, verdes, azules u ocres que marcan partes y formas; bellísimos toros que surgen del silencio de la plata para abrir el estruendo del choque de las cuernas, frío en los cuerpos y chispas de fuego en el encontronazo…
En fin, un libro para poseer porque es un libro de mirar un día y otro para ir descubriendo en estos animales nuevas expresiones, otros movimientos en sus cuerpos, actitudes desconocidas en su presencia al tiempo que construimos caminos de narración, ese elemento literario que las imágenes transportan más allá de las inexistentes palabras.
Resulta, si no discutible, por lo menos matizable la información editorial según la cual se trata de un libro para adultos. Es cierto que dada la ausencia de autonomía de compra por parte del niño, este libro, como cualquier otro, habrá de ser adquirido en la librería por el adulto y lo hará llevado por su fascinante y bellísimo contenido, pero luego, cuando ya forma parte de la biblioteca familiar, se reconocerá en él una obra excelente para hojear y ojear en compañía del niño o de la niña con la que nace el diálogo que hace de Animalario una obra para compartir, tanto en su posibilidad de creación de relatos como en su contemplación como obra plástica, porque, no se olvide, que es en los libros de arte compartidos con los niños donde se comienza a formar la relación que en el futuro los chicos tendrán con el arte.