Diego Arboleda
Ilustraciones de Raúl Sagospe.
Madrid: Anaya, 2013
Premio Lazarillo 2012 de Creación Literaria
En la nueva obra de Diego Arboleda y su fiel ilustrador Raúl Sagospe, la primera responsabilidad de la joven institutriz francesa Eugéne Chignon es evitar a toda costa que una niña llamada Alice sepa que la verdadera Alice Liddel, de 83 años, la auténtica Alice que inspiró a Lewis Carroll para el personaje de Alicia, se encuentra en su ciudad por invitación de la Universidad de Columbia. Los padres temen que la irrefrenable pasión de la niña, que se viste y peina como el personaje, y busca al conejo blanco en el jardín de casa, estropee el homenaje que el Comité de Excelencia de Eventos de la universidad prepara con la anciana como protagonista.
A partir de este momento, la historia irá avanzando a través de una serie de situaciones divertidas, curiosas y en las que reinan las coincidencias y el sinsentido. Personajes disparatados, como salidos de un cuento del propio Lewis Carroll, se cruzan en la tarea de esta joven institutriz cuya principal característica, además de su cabellera pelirroja y su alegre sonrisa es, parafraseando a Arboleda, su irrefrenable capacidad para provocar desastres. Allá donde va, Eugéne Chignon tropieza, empuja a otros, obstaculiza, choca, cae y deja caer todo lo que toca. Sin duda, es «un poderoso imán para el caos».
Con Prohibido leer a Lewis Carroll, la narrativa para jóvenes de Diego Arboleda nos sorprende una vez más. El acento que hasta aquí podíamos observar en los entornos y espacios, con los fantásticos escenarios azules de las dos entregas de Mil millones de tuberías, y el poderoso Balneario de Melancólicos, con sus verdes jardines laberínticos, de Papeles arrugados, ahora se pone, en mayor medida, en los personajes y sus características especiales, donde abunda el sinsentido que divierte e invita a seguir leyendo.
Por el grado de perfección formal y virtuosismo lúdico en la escritura, Arboleda se crece en esta novela. No en vano fue galardonado con el Premio Lazarillo 2012 de Creación Literaria. La historia es ágil, pero con una juguetona narración donde abundan, propio del nonsense de Carroll, juegos verbales que aportan ritmo a la obra completa. No es fácil «escribir» el caos, lograr que las palabras tomen la agilidad precisa para «hacernos ver» lo que sucede a la velocidad de los hechos. Arboleda lo logra, y Sagospe, ilustrador, lo corona. Y lo hace interpretando no solo al autor, sino también a la imagen que el lector ha ido construyéndose a partir de la detallada y precisa descripción ofrecida por el escritor. Arboleda es la palabra escrita; Sagospe, la palabra visual.
Gonzalo Moure, escritor español de literatura Juvenil, recientemente afirmó: «Existen dos grandes grupos de escritores de literatura infantil y juvenil: los que escriben con más voluntad de formar y enseñar que de hacer literatura, y los que hacen lo mismo pero involuntariamente». A mi juicio, Arboleda se encuentra en la segunda categoría. Esta novela captura la atención a través de su divertimento, y de pronto, al término, el lector se descubre reflexionando sobre la importancia de los sueños y las convicciones de su propia fantasía.
Aunque resulte sorprendente, en el año 1931 el gobernador de la provincia de Hunan de Sanghai, General Ho Chien, prohibía leer a Lewis Carroll. Lo insólito suele hallarse más cerca de la realidad que lo que creemos, y esta es quizás la principal premisa sobre la cual Diego Arboleda ha construido la más cómica y disparatada de sus novelas, con todo el rigor literario propio de su pluma.
Ni los padres de Alicia, ni el General Ho Chien, sabían que cuanto más se prohíbe algo, más se deseará hacerlo. Si alguien me hubiese prohibido acometer esta reseña, seguramente la habría escrito una vez más.
¡Qué tema más original y divertido!