Diego Arboleda
Ilustraciones de Raúl Sagospe
Madrid: Anaya, 2009
En un país gris atravesado por millones de tuberías que van y vienen, en las afueras de la gran ciudad, vive M, un chiquillo de apenas equis años al que le encanta jugar con sus amigos emulando a la Guardia Real de Su Majestad Maximiliano X. Una mañana de septiembre, casualmente, en el jardín de su casa, en “su patio”, cae un meteorito. Asunto intrigante que hará enloquecer a los mandamases del país.
A partir de aquí todo es un ir y venir. Reyes y cortesanos, científicos y no científicos, guardias y no guardias, profesores y alumnos. Y más: huidas y persecuciones; tuberías grandes, pequeñas, con vida propia… y el consejero de borroso pelaje “Nosferatu” Carpio que, de principio a fin, cree controlar todas las compuertas y exclusas que aparecen en este libro de buenos y malos.
Mil millones de tuberías es un parque temático con torres, almenas, estandartes, armaduras, yelmos, grebas protectoras y conductos inexplorados (un acierto del autor) donde el lector asumirá el papel de protagonista y se colará por las doscientas dieciséis páginas de esta ficción sin otra determinación que la de acompañar a M y pasar un buen rato recreándose en las correrías del muchacho. Un ir y venir por los conductos del país donde las sorpresas irán apareciendo conforme avanzamos en la lectura.
Diego Arboleda (ganador junto a Eugenia Ábalos del XI certamen de Cuentos Ilustrados “Diputación de Badajoz”) debuta en la larga distancia con esta obra donde la escritura gana en solidez conforme avanzamos páginas y la visión global de la novela se vuelve más nítida según llegamos a la tubería final. En Mil millones de tuberías las brillantes y jugosas descripciones del autor se apoderan de la trama que en algunos momentos tiene arranques de “comedia enloquecida”, pero que se va filtrando gota a gota. Según veo, Diego Arboleda ha ejercido antes como guionista y, claro, esta huella se nota. Hasta el punto que Mil millones de tuberías podría, con algún retoque, adaptarse a la gran pantalla.
Otro punto relevante y muy acertado del libro son las ilustraciones de Raúl Sagospe. En azul y negro, con grises aguados dando volúmenes y sombras, con trazos decididos, el ilustrador va poniendo cara a los personajes y diámetro a los millones de metros lineales de cañerías que cruzan las páginas de principio a fin.
Y por quitar kilómetros a las tuberías, eliminaría algunos adjetivos, diferentes ilustraciones (hay que darle más cancha al lector) y esas cancioncillas que de vez en cuando se inmiscuyen como lo hacía el arpa de Harpo, el piano de Chico…
¿Y el meteorito?, se preguntarán ustedes con total acierto llegados a este cráter. Hablen con Hitchcock. O buceen en lo que el orondo director entendía por MacGuffin. Vale la pena intentarlo.
Blog de Mil millones de tuberías
Me ha encatado este libro el personaje M es muy dulce y a mi eso me apasiona le Doy Raúl una Felicitacion enorme 🙂
PD: Contesteme Gracias.