Antón Chéjov
Traducción de Enrique Moya Carrión
Ilustraciones de Eugenia Ábalos
Madrid: Gadir Editorial, 2010
Este fantástico cuento de Chéjov resulta muy valioso por su sencillez y gran significado, nos hace reflexionar sobre la vanidad, el egoísmo, la competitividad y sobre lo efímero de algunos logros que en realidad no lo son tanto. Atrapar a una anguila enredada entre las ramas sumergidas de un árbol se acaba convirtiendo en una auténtica lucha de poder y de clases entre un terrateniente, un pastor, un cochero, un carpintero y un campesino. Lo menos importante ahora es la anguila, sólo importa ser más que los demás. Y claro, una competencia tan absurda sólo tiene un resultado, como bien nos muestra el cuento.
Lo primero que me llamó la atención de este libro fue su formato: la editorial Gadir rompe (con mucho criterio, a mi juicio) con el formato tradicional de la colección para presentar este cuento alargado sobre un escurridizo animalito que simboliza todo aquello que deseamos alcanzar y que a veces nos convierte en personas ambiciosas. Y no podría haber sido más acertado: este libro tiene la forma larga y estrecha de una anguila porque es la historia de una anguila. Cuando uno lo abre y lo tiene entre las manos casi puede sentir que es a la anguila a la que está acariciando, sobre todo en las dos últimas páginas, cuando éstas se convierten en un cuerpecillo oscuro en el que sólo se distingue el simpático ojillo de esta astuta criatura, como si nos fuera a guiñar un ojo cómplice.
Con este particular formato, nos encontramos al abrir el libro con un recuadro de imágenes, una especie de ventana al exterior o una pantalla de cine muy peculiar. Somos unos espectadores privilegiados observando la escena desde primera fila y en ocasiones fijando nuestra atención en algún detalle en particular, haciendo una especie de zoom sobre ese objeto, que pasaría a ocupar toda la ventana: el «plano» se cierra entonces en torno a ese detalle y los pequeños fragmentos de la escena se ven aumentados, como con una lupa, hasta ocupar todo el recuadro.
Las divertidas ilustraciones de Eugenia van impresas de su sello personal, resultan muy potentes y su fuerza reside precisamente en que se componen sólo de cinco colores básicos: verde, rojo, azul, negro y gris, que sirven también para distinguir con un golpe de vista los distintos espacios, qué es césped y qué es agua, por ejemplo, creando un escenario claro para cada escena y aumentando así las cualidades de la imagen como transmisora de contenido.
Aquí no hay lobos, no hay malvadas madrastras ni hadas madrinas, es un cuento que no trata de adoctrinarnos y sin embargo nos da una auténtica lección moral, riéndose además de lo absurda que puede llegar a ser la especie humana.
Chejov fue muy grande. Toda vanidad es absurda. Si acaso, lo que tenemos que ser es agradecidos.
Qué maravilla las ilustraciones!!!!! Qué buen formato!!!! Felicitamos a la dibujante desde su tierra natal
La gente de Gadir sigue descubriendo rendijas editoriales allí donde parece que todo está ya cubierto. Es de agradecer, como también lo es llamar la atención sobre ello con reseñas como la tuya.
Qué maravilla de cuento!! Este no lo conocía, preciosas ilustraciones y buenísima la historia!! Aunque viniendo de Chejov no esperaría menos, bravo por la edición!!