No hay nada más incivilizado que lo que se hace desde la lectura fanática de la Torá, de la Biblia o del Corán, a no ser que aceptemos que lo incivilizado –la agresión injusta, la violación, el asesinato, la planificación del exterminio, la corrupción, la hipocresía, la tortura, el cuchillo degollador, la bomba de racimo, la química aplicada a la producción de gas letal, el dron asesino…– son componentes y productos necesarios o colaterales de la civilización –con minúscula– como puedan serlo un soneto, el blues, una pizza, un smartphone o una vacuna. Su lado oscuro, pues.