“Nos queda la ceniza”: convocatoria a la aceptación

Juan Kruz Igerabide
Irún: Alberdania, 2007

Alga es la colección que la editorial irunesa Alberdania dedica a publicar en español obra de escritores vascos, en la mayoría de los casos previamente editada en euskera, y en la que encontramos títulos de autores como Asun Balzola, Anjel Lertxundi o Karlos Linazasoro, bien conocidos en el ámbito de las colecciones para niños y jóvenes. Juan Kruz Igerabide (Aduna, Guipuzcoa, 1956) tiene dos libros publicados en ella: la recopilación de aforismos También las verdades mueren (un ejemplo: “Axioma des-cartesiano: Dubito ergo Itero”), y la novela Nos queda la ceniza (2007).

En esta narración con un componente biográfico intenso, Igerabide, sin abandonar el sesgo poético habitual en su escritura y subrayando el punto de vista meta-literario al retornar a la memoria afectiva de infancia y adolescencia, nos traslada al ambiente de una aldea vasca durante la década de 1960 y primeros años setenta, presuntamente bucólica –con sus “campesinos felices”: ver El hijo del acordeonista, de Bernardo Atxaga (Alfaguara, 2003)–, pero sometida a un vendaval de tensiones políticas y sociales.

Allí, en el centro del torbellino que a tantas y tantos arrastró –y que actualmente, al fin, va sofocándose–, un chaval logra construir su identidad sin sojuzgarla al activismo militante, con vivencias familiares y tradición rural, sobre todo con las experiencias de aprendizaje en la calle y en la escuela de la mano de una maestra, una segunda madre, que se convierte en su referente emocional e ideológico de maduración: en la figura de esa mujer sensible y atractiva, acogedora y con un rol social activo, avanzado, orientador para mucha gente en un entorno cultural escasamente cultivado , el protagonista se proyecta, confirma y diferencia hasta configurar un “yo” siempre relacional, interactivo, dialógico.

Las referencias del autor a textos literarios clásicos –con los que ha trabajado como traductor y disfrutado como lector– puntean el discurso narrativo que acompaña a sus personajes allá, al inicio de la madurez, en el que las distancias van cuajando en olvido o en muerte que todo lo separa y diluye, excepto los recuerdos del alma.

Hoy, cuando van desapareciendo referentes de la cultura vasca emergente en la época del relato –en estos últimos años han muerto, entre otros, Mikel Laboa, Imanol Larzabal y Xabier Lete–, este texto nos convoca a mirar, con la distancia que el tiempo impone, la etapa del descubrimiento, la de la belleza y el dolor de las experiencias-clave de formación, a reconocerlas y asumirlas para vivir el presente con aceptación.

Luis Arizaleta
luisarizaleta@telefonica.net

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