Jutta Richter
Ilustraciones de Hildegard Müller
Salamanca: Lóguez, 2012
La prosa de Jutta Richter, al igual que la de otros autores que guardamos en nuestro cajón de favoritos, es lúcida y sorprendente. Por eso nos parece tan cautivadora. Mientras otros autores nos atrapan con la intriga, una trama elaborada o una ambientación lograda, otros nos tienen pegados a la página esperando la próxima frase lúcida, inteligente e incisiva. Como lectores, es un placer encontrar autores así, con un estilo literario peculiar, que destaquen por su manera de decir las cosas, por su uso del lenguaje. Entre los escritores de habla hispana, a bote pronto, nos acordamos de Farias, Nesquens, Andruetto, Sáez Castán, Fernando Alonso… (y muchos más dentro de esos puntos suspensivos).
En este libro, mediante el siempre efectivo método de la extrañeza, Ricther se mete en la piel de un perro pastor que vive con una familia alemana, muy lejos de los rebaños de ovejas de su Hungría natal y de las actividades propias de un animal de esta raza. El narrador es el propio perro, Anton (no es su verdadero nombre, recalca), y a través de su relato aprendemos a contemplar el mundo de los humanos, sus extravagancias y absurdas costumbres, y también algunas virtudes.
Quizá lo mas difícil de un experimento de este tipo sea hacer creíble el discurso de un animal, sus reflexiones y comportamientos, sin caer en una alegoría simplona o fábula moralizante. Muchas veces, cuando nos encontramos a un animal en el papel de narrador, se nota demasiado que hay un humano detrás imaginando lo que piensa. Pero la autora consigue transmitir de manera natural las reflexiones y puntos de vista de Antón, su análisis de los comportamientos de la familia que le acoge, y de cómo funciona ese mundo tan artificial en el que se ha visto metido, alejado de las ovejas, los chacales, la lucha por la supervivencia y la naturaleza. En casa tiene que lidiar con las prohibiciones de sus amos, con la antipática gata (el único lugar común que encontramos en el libro, pero aun así resuelto con naturalidad), con la adorable niña que es la más próxima a su forma de mirar el mundo…
Son especialmente divertidos los malentendidos que la lógica “perruna” provoca, como lo absurdo de no dejar dormir a Antón en la habitación cuando su misión es proteger a sus dueños mientras duermen, o lo confuso que puede ser para un animal que dejen un delicioso pavo en la cocina y se enfaden porque se lo haya comido. ¿Cómo iba a saber que no lo habían preparado para él?
Junto a estas escenas de humor, encontramos otras de mayor intensidad emocional, como las que comparte con la hija de sus dueños, el único ser humano al que se siente realmente cercano. Sin olvidar las últimas páginas, que no destriparemos aquí, en las que descubrimos la base de realidad que tiene esta historia.
Un libro que nos permite saborear cada palabra, y que nos invita a mirar el mundo que habitamos desde otro lugar. Quizá la próxima vez que veamos a nuestra mascota observándonos, nos cause cierta inquietud…
¡Ya quiero tener y leer este libro!