Michael Rosen
Helen Oxenbury
Caracas: Editorial Ekaré, 2003
“¡Vamos a cazar un oso!” Con este imperativo, que inquieta y sorprende al lector, a la vez que le invita a participar, comienza un álbum que recrea una canción popular inglesa muy utilizada en las escuelas infantiles británicas para trabajar los sonidos. La interpretación de la ilustradora Helen Oxenbury la convierte en una aventura de complicidad y riesgo de un padre y sus cuatro hijos, que abandonan su segura casa para salir en busca de un oso. La ausencia de la madre sorprende en una historia dirigida a los más pequeños y la presencia de un padre dispuesto a hacer disparates y divertirse con sus hijos es un soplo de aire fresco ante tanta madre preocupada, y padre ocupado, que pueblan todavía muchas de las historias infantiles actuales. Su estructura repetitiva permite a los pequeños seguir la historia y reconstruirla, en un paseo por diferentes escenarios fácilmente reconocibles: el campo, el río, el barro, el bosque, la tormenta, hasta llegar a la cueva donde vive el oso, momento de máxima tensión. Y después, como si se destensara la cuerda deprisa, una rápida vuelta atrás, pasando por los mismos escenarios en recorrido inverso, mientras la lengua se nos enreda repitiendo sonoras onomatopeyas y huyendo de un oso que, al final, no va a resultar tan peligroso. La llegada a ese espacio de cobijo y seguridad, representado por una gran cama mullida que acoge a los asustados protagonistas, relaja la tensión y reconforta al pequeño lector.
Una magnífica traducción de Verónica Uribe nos permite disfrutar de un lenguaje muy rico en el que los adjetivos componen continuas aliteraciones para evocar la atmósfera de los paisajes que se describen: un río profundo y frío, una tormenta de viento y nieve, un bosque verde y oscuro…
Un formato cuadrado, de gran tamaño, resulta una acertada elección para este precioso álbum en el que se alternan dobles páginas de fondos blancos con fuertes trazos de lápiz negro, junto a otras en acuarelas a todo color, que conceden también su protagonismo a unos textos enmarcados para destacar los sonidos que los lectores deben repetir.
Como los buenos libros, éste álbum permite múltiples posibilidades, desde la lectura individual al juego creativo, aunque su lenguaje sonoro y su estructura repetitiva hacen que sea la lectura compartida, en voz alta, donde la historia se hace más grande, convirtiéndose en uno de esos relatos que se graban en la memoria y, pasado el tiempo, nos vienen a la cabeza en forma de pequeñas frases, palabras, ritmos familiares que nos devuelven a la infancia.
Este libro resultó muy divertido cuando lo compartí con mis estudiantes de preescolar, ellos participaban continuamente en las repeticiones y comentaban lo que podría sentir, al pasar por los lugares que presenta el libro. Las ilustraciones recrean la historia, tanto así que los chicos percibieron detalles de ella que no había tenido en cuenta.
Este es el libro mas hermoso que he tenido la oportunidad de leer, a los niños les encanta y les da la oportunidad de jugar con el e interactuar por su musicalidad, ritmo, la imaginacion con la que esta ilustrado entre otros. Como padres nunca se casaran de leerlo y como niños de escucharlo.