Bernardo Atxaga
Ilustraciones de Mikel Valverde
Madrid: SM, 2006
Bernardo Atxaga es un caso excepcional dentro del mundo de la literatura infantil y juvenil. Transita por las historias para niños y para jóvenes y la novela y el relato para adultos con naturalidad, sin renunciar a ninguno de ellos y dejando recaer siempre el peso de la balanza en el término “literatura”, fiel a su forma de entender la creación, al margen de eruditos a la violeta o de negocios editoriales. Su novela Un hombre solo, dejando a un lado su premiada Obabakoak, o la magistral Memorias de una vaca son algunas muestras de ese quehacer literario.
Shola y Angeliño el tercer título de la serie que tiene como protagonista a Shola, la perrilla de ciudad, inteligente, lectora, audaz, inocente, vanidosa que en esta nueva obra viaja en vacaciones con el señor Grogó a una casa de campo, donde se encuentran con Begoña, huída de la ciudad y refugiada en labores campestres, y con Angeliño, otro cánido rural, con la sabiduría de quien debe buscarse la vida. Atxaga consigue mediante este sencillo planteamiento señalar la coexistencia de dos mundos, de dos culturas, la rural y la urbana, de dos maneras de mirar la vida que se ignoran para acabar conociéndose y respetándose, mundos que representan Shola y Angeliño. En ese intercambio de culturas, Shola, que comienza siendo la maestra de ciudad algo presuntuosa que intenta prestar “ayuda psicológica” al rural Angeliño, acaba convirtiéndose en una perra alumna que aprende del aventajado perro del campo: su manera de hablar, su picardía…Dos perros de la misma familia y de distintos mundos que acaban por identificarse: “Puede que vuestra cultura y costumbres sean diferentes, pero, en cuanto a la familia, no cabe duda de que los dos pertenecéis a la misma”. Un ratón será el artífice de la unión de habitantes tan distintos que irán cultivando su amistad.
La trama, como podemos apreciar, es sencilla, con ese ingrediente humorístico que caracteriza la obra para niños de Atxaga. La amistad, la existencia de culturas distintas, el respeto al otro, la relación de cariño y amistad entre animales y personas son algunos de los temas que podemos hallar en la obra. Por otro lado el humor y el ingenio del perro de campo frente al perro de ciudad, el distinto tempo en el que aquél vive, la rebeldía y las inquietudes de un niño reflejadas en Shola y su identificación con el personaje que encuentra -sean leones o el perro de campo- son algunas de las características de los personajes. Gusta Bernardo Atxaga de utilizar a los animales, tan próximos a los niños -y a su animismo-, porque le permite atribuirles características humanas sin dejar de ser animales, como afirmaba su ilustrador Mikel Valverde: “Puedes ponerle a dos patas o a cuatro patas. Una rana puede estar en una charca, pero al mismo tiempo habla y come como una persona”. Shola que se mueve entre la realidad y la imaginación -leones, jabalíes- es el animal elegido, al igual que en otras ocasiones lo han sido Bambulo y su antecesor Markoni o la entrañable vaca Mo. La formación clásica de Atxaga contribuye, sin duda, a esta elección de animales entre la tradición fabulística y cuentística, a la creencia en una naturaleza presente siempre en sus obras, un animus mundi del que habla Atxaga, una naturaleza que se desconoce y en la que se mueven los personajes de la obra, la naturaleza que se huele y que se saborea en la obra del escritor vasco.
Un lenguaje natural no exento de palabras que ayudan a enriquecer el vocabulario del lector y que llaman la atención de la aprendiza Shola -inaudito, obsesionado, eternidad…-, los juegos lingüísticos, la variedad lingüística del castellano -algo exagerada y estereotipada en la traducción castellana- y la utilización de párrafos breves, de abundantes y ágiles diálogos permiten el acercamiento a la obra del lector niño -y del adulto- que encontrará muy divertida la historia del ratón que acaba convirtiendo en amigos a dos seres de distintos mundos, el temor a lo desconocido -al igual que en Shola y los jabalíes-, el ingenio de ambos canes. El formato característico de la serie Azul de El Barco de Vapor y los personajes creados por Mikel Valverde -cuyo nombre no aparece en la cubierta- convierten a Shola en una de las serie clásicas de la literatura infantil.