Emilio Urberuaga
Madrid: Kókinos, 2011
Después de ilustrar ¿Qué hace un cocodrilo por la noche? en Kókinos hace ya algunos años, Emilio Urberuaga publica un nuevo álbum con esta editorial, con cocodrilo incluido. Sin embargo, esta vez el cocodrilo no es el protagonista del álbum. Aunque sí lo es del libro del que se nos habla en él. Y el niño que protagoniza este álbum, y que se nos presenta en la cubierta, es a su vez un personaje secundario en el libro protagonizado por el cocodrilo. Parece un lío, pero no lo es tanto.
En la primera doble página ya nos damos cuenta de que estamos en el terreno de la meta-literatura: se nos presenta a Emil (no sabemos si es un homenaje al pulpo de Tomi Ungerer, o un auto-homenaje de Urberuaga a sí mismo) como a un personaje secundario en la historia de un cocodrilo que habla. Emil está tanteando con el pie la línea que enmarca la ilustración, y se ha dado cuenta de que puede romperla y atravesarla para llegar a algún otro sitio. Y en efecto, cuando pasamos la página, tenemos a Emil en su propia ilustración, desolada, eso sí, con la única presencia de una bombilla desnuda y una caja en el suelo. No obstante, Emil se pone manos a la obra, y enseguida consigue amueblar de manera sencilla pero acogedora su pequeño territorio, donde se siente mejor que en una ilustración llena de personajes donde él no tiene mayor importancia. O eso cree él…
Este es un libro interesante por el juego que el autor propone constantemente entre la ficción y la meta-ficción. Nos describe a Emil como un personaje, no como un niño, y le hace transitar por las líneas que delimitan la ilustración, no por una habitación o un paisaje. Otros detalles, como los nudos que a ambos lados de la imagen marcan las entradas y salidas a otras ilustraciones, enfatizan esta intención de mostrar las bambalinas de un libro.
Quizá de ahora en adelante nos detengamos en los personajes secundarios de otros libros, y nos imaginemos cómo será su vida, sus sentimientos de insatisfacción, o lo que hacen cuando no aparecen en plano. De hecho, en este propio libro podemos realizar ese ejercicio con el resto de personajes que aparecen en la primera y última ilustración.
Una experiencia que sin duda desconcertará pero hará reflexionar a los pequeños lectores de este álbum. Para los mayores, además, tarea añadida: buscar el nombre de un conocido pintor alemán.