Jan
Barcelona: Ediciones B, 2014
Aunque Mortadelo sea nuestro cómic más conocido, resulta difícil encontrar a alguien que no conozca Superlópez, el superhéroe patrio por excelencia. La obra más conocida del historietista Jan (León, 1939) cuenta con sesenta y seis títulos desde su primera aparición en 1977, y la «supermedianía de acero» no tiene intención de jubilarse.
Jan ha dedicado la mayor parte de su carrera a este personaje, pero no es el único que ha salido de su plumilla. Los lectores de los ochenta disfrutaron de otra creación, Pulgarcito, que obtuvo cierta popularidad en su época. El personaje, que nació para relanzar la revista homónima, alimentó durante años el imaginario de sus seguidores y mantuvo a Jan con un ritmo frenético de publicación, que finalmente tuvo que detener en favor de Superlópez. La desaparición de Bruguera significó también la pérdida de los originales, pero gracias a una gran labor de digitalización (casi novecientas páginas de aventuras) y una restauración para ponerlo al día (aquí se puede ver una pequeña demostración), Pulgarcito vuelve a estar vivo de nuevo de mano de Ediciones B, que lanza los dos primeros títulos de una serie que promete continuidad. Cada número incluye además material adicional sobre el proceso creativo y de documentación, explicado con tanta sencillez que podría interesar hasta a un niño. Hay material para rato.
El Pulgarcito de Jan es un ejemplo notable de cómic infantil, bien escrito y dibujado, y capaz de crear un universo propio (los dos primeros números sirven a modo de introducción) con tramas autoconclusivas para cada historia. Bastan unas pocas páginas para mezclarnos con la familia Pulgar o encariñarnos con el señor Ogro y su hija. Que Pulgarcito sea un personaje de cuento tradicional no es casualidad, sino una declaración de intenciones: sus historietas contienen relatos tradicionales, que Jan adapta a su particular lenguaje y estilo de dibujo.
La pasión de Jan por la literatura quedó clara con Pulgarcito, y Superlópez le sirvió para seguir homenajeando sus lecturas favoritas. Algunos álbumes del superhéroe son homenajes evidentes a libros conocidos: El señor de los chupetes por El señor de los anillos, La brújula esdrújula por La materia oscura o Tú, robot por Yo, robot, entre otros ejemplos. Leer a Jan es una animación a la lectura de otras obras, y con Pulgarcito, además de recuperar un clásico del cómic infantil, también participamos en una invitación a los cuentos universales. Con razón lo echaban de menos sus lectores de entonces. Después de la restauración no nos sorprendería que también se hiciese con una legión de lectores de ahora.