Agustín Comotto
Barcelona: Thule, 2011
En el mundo de Agustín Comotto puede pasar de todo, y por muy disparatado que parezca siempre termina haciéndonoslo creer. Pero no solo los sucesos, sino también los personajes y las historias. Ya en otros libros nos ha llamado la atención sobre aspectos como la guerra o la ecología, nos ha denunciado personajes que se hacen tan materialistas que se transforman (al menos sus cabezas) en tornillos, nos ha sugerido el humor continuamente con divertidas imágenes visuales.
Aquí, con Plutón, hay un poco de todo eso. Porque el amo del perro Plutón es un oficinista muy entregado a su trabajo, demasiado, tanto que no se da cuenta siquiera de que su perro es aerostático y lo lleva y lo trae de la oficina volando. Pareciera que ese hombre que parece de una sola tarea –trabajar– se estuviera perdiendo mucho de la vida (tal vez a la vecina del piso de arriba de la azotea), y que es en el paseo donde podría tener algo de fantasía, de diversión, pero tampoco. Así que Plutón se las tiene que arreglar para su pipí y su caca, allí cuando puede.
Con una ternura muy especial marcada en las redondeces de los personajes y un uso del color que va marcando las diferentes horas del día, nos encontramos ante un libro singular que parece no tener más objetivo que entretener pero que establece una complicidad afectiva con el lector que se termina transformando en algo así como un peluche, y que despertará la necesidad de atender un poco más lo que nos rodea (especialmente a quien nos rodea) y saber colocar cada tarea en su momento.