Olivia… y el juguete desaparecido

Ian Falconer
Col. Los especiales de A la orilla del viento
México: FCE, 2004

Desde Miss Peggy (marioneta de Jim Henson) no habíamos vuelto a ver a una cerdita con una personalidad tan arrolladora. Pero olvidemos la referida al principio porque Olivia, de quien hablamos, es una “niña” sin nada de sofisticación ni artificio. Tanto es así que en ella se podrán ver todas las niñas y todos los niños que lleguen a conocerla.

Este derroche de sana infancia, de enorme actividad, golosa, creativa, incansable, caprichosa, juguetona,… incluso su enfado y permisividad con el hermano, hacen del personaje un encanto que no se abandona hasta cerrar el libro. Por eso, sin duda, la editora estadounidense del original publicó sendos libros para, con este personaje, enseñar los números y presentar los antónimos. Recientemente ha publicado también un libro que, desplegando sus páginas, se convierte en escenarios de teatro sobre los que mover a unas “olivias” de cartulina con todo lujo de vestuario.

Pues así están las cosas: que quienes disfrutamos de aquella Olivia (en Olivia, y en Olivia salva el circo) sólo nos podemos acercar a esta entrega con muchas expectativas y, a la vez, con mucho afecto.

Y volvemos a quedar satisfechos y encantados.

De nuevo nos encontramos ante un festival de cortometrajes perfectamente engarzados por los sucesos en los que, con el mismo director y la misma protagonista, nos presentan escenarios, tiempos, historias diferenciadas que una vez vistos nos invitan a volver a ellos.

Así, comienza en la segunda de cubierta y guarda enfrentada, un cómic sin texto, de doce viñetas sin recuadrar, en el que una Olivia reflexiva consigue mantener a su muñeco erguido (el que luego desaparecerá y aquí nos adelanta lo importante que es para ella); luego la Olivia soñadora y amiga de las artes hace sus homenajes a la Arquitectura y la Historia (con el fotomontaje sobre las pirámides y la efigie egipcias) y al Ballet (con la foto de Martha Gram.); tras este preámbulo viene el episodio en el que Olivia, inconformista y diseñadora, reclama sus señas de identidad contra la uniformidad de su equipo de fútbol. A continuación la desaparición del juguete como si de un Hitchcok se tratara, ante los ojos de una Olivia lectora y sagaz; el thriller de la búsqueda, con los cambios de angulación y el aumento de velocidad de dos ilustraciones por página (a diferencia del formato mayoritario y lento de una ilustración cada dos páginas); una Olivia pianista y valiente se adentra, candelabro en mano, hacia los ruidos de la noche para descubrir, con una hoja desplegable que reproduce una sola ilustración sobre las tres páginas contiguas, el secreto del juguete desaparecido: de pronto pasamos a la comedia de corte familiar que en tres secuencias reclama respectivos oscars para Olivia como actriz dramática y para la madre como actriz de reparto asistiendo indefensa al negocio paterno del afecto infantil; por último, a modo de epílogo, la Olivia del cómic inicial (que se repite en la tercera de cubierta y su guarda enfrentada) repara el juguete roto por el perro en un gesto de fidelidad, reclama sus lecturas para dormir -seleccionadas- y termina perdonando a su perro, el causante de todo y, en una escena final, la cama con Olivia (satisfecha y feliz), el juguete arreglado y la mascota perdonada, aparecen dentro de un círculo de tinta aguada negra, haciéndonos creer que poco a poco pasará a fundido y aparecerá la palabra Fin.

Para colmo, la contracubierta, a modo de títulos de créditos, nos da un bis con Olivia enfocando con una linterna al dichoso código de barras que aquí pasa a ser un elemento de la ilustración. Así Falconer nos deja muy clarito que lo del candelabro fue un atrezzo muy pensado para jugar con las luces y darle a Olivia un toque de heroína de cine negro.

Como ya comprobamos en la entrega del primer título, el autor no desaprovecha ningún detalle que sea imprescindible pero, por el contrario, elimina todo elemento superfluo. Por ejemplo las líneas para definir las paredes de la casa no aparecen hasta no necesitar enfatizar que Olivia arrincona a su hermano en su investigación; o la presencia del nuevo color (aquí se suma el verde) completamente justificada pero utilizado con la economía conveniente para que se mantenga la atmósfera de un dibujo en blanco y negro con los toques rojos que la definen (especialmente a la protagonista).

Pero todo este análisis no es posible sin un punto de partida de absoluto cariño al personaje y respeto al autor, de quienes esperamos con ganas la publicación en castellano de nuevos títulos.

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