Olivia salva el circo

Ian Falconer
México: FCE, 2002

El que firma estas líneas encontró hace más de un año en una librería londinense un álbum de un autor que no conocía (sí, lo confieso) y que en seguida le llamó la atención. Una portada blanca, diáfana, con una cerdita en el medio con vestido rojo y pantys rayados que posaba, con cara de felicidad, ante los pinceles del dibujante. Y un gran título: Olivia. Desde ese primer encuentro, ese flechazo, esos azares que la vida nos ofrece constantemente, he vuelto las páginas de ese libro una y otra vez. Como los niños que aprenden de memoria los relatos que sus madres les leen al irse a acostar y se empeñan en escuchar todas las noches, con un afán obsesivo, a pesar de que se saben el texto de memoria.

Es inevitable que el lector que llega a la última página de Olivia sienta deseos de más. Más dibujos encantadores, desternillantes, expresivos, reconfortantes. Más frases irónicas, guiños inteligentes, trastadas y sonrisas “puerquiles”.

Pues bien, al fin llegó: la segunda parte de Olivia salió al mercado en otoño del año pasado en Inglaterra. Uno, que para estas cosas es así, se apresuró a comprar la edición inglesa, sin poder esperar a que alguna editorial, como Serres, lo trajese a nuestro país. Y la incertidumbre de las compras electrónicas, la espera y el paseo a la oficina de correos se vieron recompensados con otra joya que colocar en el mejor sitio de la estantería.

Su título: Olivia saves the circus. Es decir, “Olivia salva el circo”. Esta vez Olivia va a ser la heroína de la película. Cuando acude a clase, la maestra les pregunta por sus vacaciones, y ella, a lo “Antoñita la fantástica”, cuenta que su madre la llevó a ver el circo, junto con Ian, su hermano mediano. Pero, oh desgracia, cuando llegaron se encontraron con que todos los artistas habían caído enfermos y no había nadie para representar la función. Olivia, como en una de esas películas de serie B, exclama: “Suerte que sé hacer todo esto”. Y, ni cerda ni perezosa, dio una función de las que permanecen en la memoria de los viejos del lugar: domadora de elefantes, trapecista, malabarista…

Cuando termina el relato, la maestra le pregunta: “¿Es eso verdad?”. y Olivia, con cara de satisfacción, le responde: “Lo mejor de mi cosecha”.

Al igual que es cierto que es difícil juzgar a la persona amada, también es difícil comparar dos libros amados. En el caso del primero, se trata de un amor consolidado, casi un matrimonio bien avenido. En el caso del segundo, aún en fase de enamoramiento, resulta difícil ponerle pegas porque es demasiado reciente. De todos modos, y alejándome de ese sentimiento, puedo afirmar que en mi opinión Olivia saves the circus está a la altura del primer título. Tiene muchos elementos que el otro no tenía, y le faltan en cambio algunos que hacían de Olivia un álbum tan excepcional. La expresividad del rostro de la cerdita, por ejemplo, es más sorprendente y variada en la primera parte, mientras que la espectacularidad de ciertas imágenes está más conseguida en el segundo. Aquí podemos conocer también a su maestra y a su segundo hermano, William, así como entender mejor al personaje de la madre.

En Olivia nos parecía estar asistiendo a una tira cómica. En Olivia saves de circus estamos ante un álbum que empieza bien, se desarrolla de manera grandiosa, y finaliza con una serie de escenas sublimes.

*Nota: todas las imágenes que aparecen en este artículo son propiedad de Simon & Schuster, 2001

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