Rocío Bello y Javier Hernando Herráez
Ilustraciones de Alberto Díaz
Madrid: Anaya, 2020
Premio SGAE de Teatro Infantil 2019
Miguelillo vive con su madre en un hostal de Córdoba, rodeado de vecinas y geranios. El hostal lleva varias generaciones perteneciendo a la familia, pero a la madre de Miguelillo ya no le salen las cuentas ¡y no es la única! Todas las tiendas de la calle están cerrando. Primero cerró la panadería para convertirse en una tienda de magdalenas de colores y más tarde en una inmobiliaria, y ahora el bar está cerrando para transformarse en una tienda de tazas y abanicos de lunares.
Rocío Bello y Javier Hernando Herráez nos hablan en esta obra divertida y entrañable de los problemas a los que se enfrentan los pequeños comerciantes cuando el turismo de una ciudad cambia las reglas del juego y deja de ser una ayuda para convertirse en otra cosa.
Como alternativa a la economía, florece en la obra una red vecinal que ayuda a Miguelillo y a su madre a lo largo de la historia. Una comunidad representada por mujeres que pone en valor la importancia de repartir los cuidados para compartir los beneficios. Los autores nos dicen que hay muchas y que todas son diferentes, así que puedes imaginarte a las que te proponen, pero también a otras distintas como a tu madre, tu hermana o tu abuela.
MAMÁ.- Acuéstate, Miguel.
MIGUELILLO.- ¿Por qué sabes que estoy levantado?
MAMÁ.- Porque te veo por los espejos.
MIGUELILLO.- ¿Me ponga donde me ponga siempre me ves por los espejos?
MAMÁ.- Dentro del hostal, sí. Para eso los puse.
MIGUELILLO.- ¿Y fuera?
MAMÁ.- Fuera te ven las vecinas.
Pescadilla es una gata que vive en la calle en la que se encuentra el hostal y que nos ayudará a conocer la historia de Miguelillo y de su madre a través de las acotaciones, señaladas en esta edición en un color rojo que hace su lectura más comprensible para aquellos que se acercan por primera vez a la literatura dramática. A Pescadilla le encanta comer y dormir la siesta a la sombra de los geranios, por eso tampoco quiere que la calle cambie, porque en las inmobiliarias que están abriendo ahora, no hay nada que llevarse a la boca.
Miguelillo quiere entender lo que está ocurriendo, pero no puede hacerlo solo. Con la ayuda de la niña pelúa intentará sacar adelante un plan secreto para salvar el hostal.
MIGUELILLO.- ¿Vas a ayudarme?
NIÑA PELÚA.- ¿Prometes no intentar darme un beso?
MIGUELILLO.- Yo no doy besos.
NIÑA PELÚA.- Mejor. Saldría corriendo y nunca podrías alcanzarme.
MIGUELILLO.- A mí no me gusta correr, por eso llevo estos zapatos.
NIÑA PELÚA.- Eres un niño muy raro.
MIGUELILLO.- Gracias. Como todos los niños y todas las niñas. No tiene importancia.
Bello y Hernando Herráez consiguen contar la historia sin explicarla al cien por cien. Será el lector del libro o el espectador de la obra de teatro quien tenga que decidir algunos detalles para completarla en su cabeza, pero será mejor que haga como ellos y no te cuente nada de esto para que puedas descubrirlo por ti mismo.
Esta obra, tremendamente dulce, está llena de olores, sabores y colores. Puedes encontrarlos en las flores que adornan las paredes, en el salmorejo de la cena, en el chocolate que le encanta a la mamá de Miguelillo y en todos los objetos que se encuentran en la calle estrechita con forma de U en la que transcurre la historia. ¿Serías capaz de imaginarte todo eso encima de un escenario?
Los autores proponen al final del libro siete formas de jugar con la obra: escribir una canción, construir la maqueta de un teatro o dibujar el mapa de un tesoro. Parecen muy divertidas. Seguro que Miguelillo estaría deseando hacerlas.