Martha Brooks
Madrid: Edelvives, 2011
Cubiertas azules y letras amarillas para un cristal roto que parece un parabrisas, un madero sobre un lago y una orilla lejana donde crece un árbol.
Leo el título del libro de cubiertas azules que me enviaron hace un tiempo como novedad. Tardé bastante en encontrar un hueco para leerlo. El título está en inglés. Me sorprende. En la contracubierta habla de un accidente, una familia rota, tres generaciones de mujeres. Suspiro. ¿Será otra obra políticamente correcta que está tan de moda últimamente?
La primera página me sorprende, parece el guión de una de esas telenovelas de TVGlobo de Brasil. Me contaron que cuando en la productora dan cursos de guión, una de las cosas que comentan a los futuros guionistas es que, para cautivar al público, una telenovela debe comenzar con un funeral, una muerte o una boda.
Mistik Lake comienza con un accidente y contado en primera persona por la hija de la única superviviente. Me gusta. Le doy la oportunidad que se merece.
Voy conociendo uno a uno a todos sus personajes. Los presenta la mayor de tres hermanas, de una familia canadiense de cinco miembros. Una madre alcohólica, un padre arquitecto y tres hijas.
Me va seduciendo poco a poco el relato ágil y conciso de la autora Martha Brooks. No se entretiene en adjetivos innecesarios. Es precisa, clara y contundente. Al fin y al cabo, la historia que nos cuenta Odelle también lo es. Cargada de emociones que va dejando entrar en el lector con una delicada aspereza, la protagonista desvela los misterios y secretos que han ido poblando su vida desde el día mismo en que fue concebida.
La autora profundiza descarnadamente en los sentimientos y emociones de los personajes. Le preocupa que el lector entienda que detrás de cada suceso hay un sinfín de matices emocionales que conviven, manipulan y gestionan la vida de todos a partir de la experiencia de una sola persona.
Sobrevivir al abandono materno, a la desolación de armario sin ropa y saber que finalmente la madre, la esposa, no solo no está en casa sino que vive en un país lejano y ancestral como Islandia, es cuestión de equipo.
Mistik Lake tiene el encanto de los relatos familiares contados por los más viejos en torno a algún fuego. Está contado con la mirada puesta en los sucesos que parten los corazones en dos, tres, mil pedazos.
La autora habla de amores, de culpas, de miedos, de locura. De perdonar para poder seguir viviendo.
Ahora, al cerrar el libro, me toca pensar. Ahora sé que hay un lugar en el mundo, Canadá, con miles de inmigrantes islandeses que de tan pobres que eran “solo llevaban lava en los bolsillos”. Me pregunto por qué mi profesor de historia nunca me contó esas cosas. Por qué nunca me contaron que el mundo jamás tuvo fronteras capaces de desafiar los bolsillos llenos de lava, por qué me dijeron que los islandeses solo estaban en Islandia y me mostraron un mapa en el que esa isla esta muy lejos de América del Norte.
Y no puedo evitar preguntarme por qué hasta este momento en que cierro el libro, nunca nadie me contó que el amor, la muerte y el perdón también emigran o inmigran según el momento de la historia en que nos toque vivir.