Los sorprendentes animales que salvó el hijo de Noé

Alain Serres y Martín Jarrie
Zaragoza: Edelvives, 2003

De nuevo la fusión entre el talento de Alain Serres y el de Martín Jarrie produce un singular y fructífero resultado. Como ya lo hicieran en ¡Tran, Tran! Señor ¡Cric-Crac!, escritor e ilustrador han compuesto un álbum sorprendente, atrevido, abierto a la experimentación y el juego con el lector.

Pero si en el primer caso el punto de partida era un cuento clásico, pasado eso sí por el tamiz de la parodia y la ruptura de estereotipos, estos “sorprendentes animales” nos introducen en el recurrente género de los bestiarios, con una plasticidad y un despliegue expresivo que convierten el catálogo en un lujo de arte e ingenio.

El propio formato del álbum, de gran tamaño, constituye una invitación, transformando en ritual el recorrido por el libro. La mirada curiosa que suscita se ve gratificada con cada página, un nuevo hallazgo rebosante de recursos gráficos y textos chispeantes.

El hilo que engarza este inventario parte de Noé y de su mítica Arca. A partir de ahí, la imaginación toma el protagonismo del relato. De un modo explícito, los autores hacen una alegoría del poder creador de las imágenes: lo que sólo existe en nuestra mente, los sueños, las ideas, las formas inventadas, pueden salvarse del olvido si se ponen en un papel.

Imaginoé, uno de los hijos de Noé, reúne su propio rebaño, en el que conviven los animales verdaderos y los que son fruto de su fantasía. 70 ejemplares recogidos por sus padres junto a 8 inventados por él. Todos merecen ser salvados.

Cada estampa, cuidadosamente compuesta a doble página, es un despliegue de medios creativos. El personalísimo trabajo de Martín Jarrie muestra un estilo pictórico complejo y lleno de fuerza, que permite plasmar los animales con la nitidez del naturalista y mantener, al mismo tiempo, toda la expresividad del arte indígena más naf.

La densa aplicación de la pintura, con texturas trabajadas en diferentes capas rayadas, resulta poco habitual en las ilustraciones infantiles. Lo mismo sucede con los tonos elegidos, mezclas irregulares en las que apenas se descubren colores puros. El resultado es un acabado tosco, de apariencia artesana e intemporal.

Los textos de Alain Serres, como no podía ser menos, están a la altura de las ilustraciones. Las descripciones son breves, pero muy elocuentes. En ellas se combinan reflexiones, juegos de palabras, ocurrentes comparaciones… A modo de greguerías, el autor va incorporando su particular visión de los animales, poniendo un contrapunto de humor y agudeza a las estéticas ilustraciones.

Pero este bestiario es, además, una obra abierta, incompleta, que solo adquiere sentido con la intervención del lector. Cada doble página esconde un animal fantástico que hay que encontrar. El resto están agrupados según un peculiar criterio de clasificación que el lector debe adivinar. Así, la lectura se convierte en provocación, en reto: ¿por qué están juntos? ¿qué tienen en común?

Una propuesta de juego, por tanto, que añade una nueva dimensión a este completo recorrido en tiempos del diluvio. Ciertamente, si Imaginoé consigue salvar sus imágenes guardándolas en un cuaderno, este libro es una clara muestra de cómo salvarse del olvido. Un álbum memorable.

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