Suzanne Collins
Traducción de Pilar Ramírez Tello
Barcelona: RBA, 2009
Suzanne Collins ha dado en el clavo. Ha escrito una trilogía que se ha convertido en un best seller. Para mí ha sido terrible leerlo. Me ha conectado con una parte de mi vida que no habría querido recordar. Crecí durante la dictadura militar de Uruguay, donde la cúpula de un gobierno de facto nos obligaba a jugar su versión de Los juegos del hambre cada día. Mi familia pertenecía al distrito maldito de los educadores, profetas que había que silenciar, controlar y dominar para que no se fueran de la lengua. Racionaban la comida, la salud pública, la voz, las reuniones de más de dos personas… y ahora me siento a leer la obra de Suzanne Collins, desarrollada en un mundo futuro, lleno de tópicos sobre la dominación, lo que se debe o no, sobre el ansia de libertad y la necesidad de proteger lo poco que se tiene, y revivo mi niñez traspolando situaciones. Y luego miro las noticias de las nueve y vuelvo a ver una y otra vez la antesala de Los juegos del hambre en imágenes del mundo actual.
Me dejé llevar sin mucho convencimiento y cuando me di cuenta llevaba más de un cuarto libro leído, creo que tardé apenas ocho horas en zampármelo. Es tan fácil seguirle el ritmo, tan sencillo unirse e identificarse con la protagonista y con el hijo del panadero. Tan espeluznante el paralelismo con…
Reconozco que el título me aterraba. El hambre me aterra, la pobreza, la incapacidad de poder decidir por mí misma lo que quiero y lo que no. Vencer esta reticencia fue duro pero nobleza obliga, y me aventuré entre sus páginas. Es un libro iniciático más que de aventuras. Uno elige el camino de la aventura por alguna razón, pero aquí no hay elección, hay que sobrevivir o morir.
Lo curioso de esta obra es que tiene dos protagonistas, una chica y un chico, pero tienen una peculiaridad: sobreviven con los atributos tradicionalmente dados al género opuesto. Ella es una cazadora, provee a su familia de alimento, es guerrera, pura dinamita, de carácter explosivo y poco dada a los estereotipos femeninos. Por su parte, su pareja en los juegos es hijo del panadero, un chico cuyo perfil es suave, tierno, empático, capaz de transformar el trigo en pan, da de comer a través del procesamiento de la materia prima. Y también es el portador del germen del amor. La autora juega con esto de una manera interesante que a mí, personalmente, me gustó porque lo despoja de sentimentalismos, usa el amor como arma de manipulación de masas. Sin embargo no dejo de preguntarme por qué para hacer a una heroína, a una mujer rebelde, es necesario despojarla de toda la femineidad o hacer que ella la rechace por creerla inútil. Me pregunto cuándo estaremos preparadas para darle paso a una heroína femenina, orgullosa de ser mujer y de ser capaz de cazar, amar y de ser libre. Katniss Everdeen es insegura respecto de sí misma, no es capaz de entender el efecto que produce en los demás, es desconfiada y pone siempre una barrera para que nada pueda dañarla. No hago más que pensar si es así como muchas de nosotras estamos dispuestas a sobrevivir estos momentos en estos juegos del presente que nos toca vivir.
Creo que Los juegos del hambre es un libro que afecta al lector en la medida de sus experiencias personales. Algunos dirán que es una obra ligera; otros que es una obra de análisis social; los habrá que la cataloguen como otra lectura de aventuras fantásticas para adolescentes; y otros la vetarán por contener demasiada violencia.
No dejo de preguntarme si este libro ligero, violento, que no quiere perderse la oportunidad de mezclar una historia de amor dramático, no es más que una provocación para la otra lectura. La que nos lleva a pensar en el cinismo político de todos los tiempos. La que nos obliga a debatir sobre los juegos del hambre en África, en el distrito europeo, en los distritos de las Américas… en el distrito de cada país en particular y del mundo en general.
Leed Los juegos del hambre. Solo vuestra experiencia personal puede definir qué grado de compromiso tiene o deja de tener esta lectura.
1 comentario en “Los juegos del hambre”