Genios e ingenios de los años del vapor
Diego Arboleda
Ilustraciones de Raúl Sagospe
Madrid: Anaya, 2015
¿Y qué es un descazador?, te estarás preguntando. Pues exactamente lo que crees: alguien que des-caza, es decir, que no caza sino todo lo contrario. ¿Y por qué alguien iba a querer descazar un animal?, podría ser la siguiente pregunta. Pues porque es una pena que determinados animales desaparezcan para siempre únicamente porque el hombre quiera tener un trofeo (o varios) colgado de la pared, ¿no? Especies como el tarpán de las estepas, el alca gigante, el cebro… Todas extinguidas por el abuso del hombre. Y entonces, ¿cómo se descaza un animal que ya no existe?
Sí, a mí también me surgieron muchas preguntas antes de embarcarme en la lectura de Los descazadores de especies perdidas, así que, adelantándome a la siguiente, no, en este libro no vas a encontrar ninguna de esas especies perdidas (o quizá sí…), pero sí un montón de historias llenas de vapor e inventos. Genios como Minerva Vapour y su brazo gigante, o a su tatara tatarabuela Victoria y su silla voladora, o personajes entrañables como el señor Bisiesto y la primera mujer bala, Zazel. Los descazadores de especies perdidas es, como el propio subtítulo indica, «una galería ilustrada de genios e ingenios del vapor»: heroínas que apenas levantan un metro del suelo pero que tienen un cerebro prodigioso y gente sencilla que sabe apreciar los pequeños placeres de la vida y contagiar esa sabiduría hasta a los más incrédulos.
Este libro es una muestra más, la quinta, del enorme talento de este maravilloso tándem formado por Arboleda y Sagospe. Esta emocionante aventura en defensa de la ciencia, el vapor, los inventos y, por supuesto, las especies perdidas, protagonizada por personajes bien modelados y definidos a través de la ingeniosa combinación de la pluma de Diego Arboleda y las bien perfiladas ilustraciones de Raúl Sagospe, es una narración inteligente que trata a los niños como lectores maduros. Activa su curiosidad sin por ello dejar de apelar a su imaginación y entusiasmo para mostrarles un mundo a caballo entre la ficción y la historia reciente. Todo ello dotado, por supuesto, de un gran sentido del humor, una característica fundamental en los libros para niños, según afirmaba el gran Roald Dahl en boca de uno de sus personajes más entrañables, la joven Matilda: «Los niños no son tan serios como las personas mayores y les gusta reírse». Bueno, aquí las risas están garantizadas, para niños y para personas mayores.