Pablo Neruda
Ilustraciones de Isidro Ferrer
Valencia: Media Vaca, 2006
Cuando uno entra en el Libro de las preguntas y contempla las imágenes que Isidro Ferrer ha creado para los textos de Pablo Neruda, siente que, mientras habite entre los objetos que allí aparecen, mientras uno permanezca en los escenarios del libro que un niño contempla -un niño que abre un libro, y luego otro-, ya nada malo puede pasarle.
Y no porque algunos de los escenarios que atravesamos no sean inquietantes o nos dejen indiferentes, o propicien en el lector, quizá preguntas análogas a las que el poeta se hace y que el ilustrador recrea plásticamente, y transciende, en algún caso, atreviéndose a responder con otra interrogante.
Nos puede caber la duda de en cual de los tres libros habitamos: en el que tenemos entre la manos, El libro de las preguntas, o en el primero que abren las manos de ese niño, que muestra una cerradura-interrogación, o en el segundo, que parece ser un teatrillo de guiñol en el que vemos asomar al poeta.
Esa duda no es importante. Como tampoco lo es saber si una figurita de madera de Torres-García representa un pato o un pájaro, aunque en nuestro interior sepamos que aquello es un pato o un pájaro; o si la metáfora visual que interpretamos al contemplar un poema objeto de Joan Brossa, se corresponde con la que el artista quiso exactamente recrear; o si el escenario, que contiene una caja de Joseph Cornell, nos resulta contradictorio o no, con el título que el creador decidió darle.
¿O sí es importante la duda, porque en este caso contiene una pregunta? ¿Una pregunta más? ¿Acaso no es éste un libro de preguntas? No lo sabremos, nunca lo sabremos. Y esto está bien.
Quizá nos pase como al pájaro que contempla perplejo desde fuera de la jaula esa casita que entreabre su puerta, en el poema XXXVIII.
De lo que no hay duda, desde mi punto de vista, es de que esta edición de el Libro de las preguntas es una obra hermosa, inteligente y eficaz; imprescindible en cualquier biblioteca de un lector sensible, sea cual sea su edad.