T.C. Bartlett
Ilustraciones de Monique Felix
Kalandraka
A mí, después de disfrutar con la lectura de este magnifico álbum, lo primero que me vino a la mente fue una pregunta: ¿Cómo suena una tuba? Quise recordar que tenía un sonido grave, acompasado, profundo y poderoso. Revisé alguna monografía sobre instrumentos musicales e, incluso, presté especial atención al timbre del instrumento en un concierto que al que tuve ocasión de asistir. Sospecho que la tuba que porta el protagonista de nuestra historia es más bien un bombardino, que emite un sonido más agudo, dulce y acolchado, más estrepitoso y festivo.
Porque esta obra es, en cierta medida, una fiesta musical, un juego que propone al lector recrear los sonidos que emanan del dorado instrumento e imaginar la melodía que dibujan las notas musicales. Una invitación a compartir el deleite, la alegría, el temor, el placer, la alegría, la satisfacción o la angustia que transmiten unas ilustraciones en las que la expresión facial y gestual de los personajes es un elemento fundamental de comunicación.
Cabe comentar muchas más cosas en torno a esta obra: la perfecta secuenciación de paginas y el correcto ritmo narrativo; el magnifico trabajo con las ceras de Monique Felix y la luminosidad y expresividad de las ilustraciones; la puesta en escena de la aventura a través del viaje onírico, con la aparición y resolución del conflicto (la música amansa a la fiera); el valor simbólico del pentagrama, transformado en camino, en árbol o en espacio de encuentro…
En definitiva, un álbum ilustrado que permite múltiples lecturas, complementarias entre sí, entre las cuales me permito destacar la invitación al juego a través de distintas propuestas que puede plantear al niño el mediador: ¿Cómo suena y va cambiando la melodía a lo largo de la historia? Cuéntame con tus palabras qué está pasando ahora ¿Por qué están todos asustados y como suena la voz de…?
En un salmo del exégesis se dice que “la voz de la tuba representa las palabras de los ángeles, cuyo enorme ruido llenaba el aire y lo estremecía” ¡Tampoco hay que exagerar!