E. B. White
Barcelona: Editorial Noguer, 2012
“El arte es uno de los medios de comunicación entre los hombres”, decía Tolstoi. Y probablemente el personaje que nos ocupa lo subrayase, porque de no haber sido por la música jamás habría logrado que le escucharan.
Él es Louis, un cisne trompetero que nació mudo en una charca de una remota isla canadiense y, en vista de que su integración y reproducción dependen de su capacidad para comunicarse, decide hacer todo lo posible para encontrar una forma alternativa de honrar a su especie y hacerse escuchar. Para ello contará con el apoyo y consejo de un niño llamado Sam, que descubrió su situación observando a su familia desde el otro lado de la charca; la obstinación de su vanidoso cisne padre, siempre tan preocupado por las apariencias, quien entre discurso y discurso saca tiempo para poner en juego su dignidad por ayudar a Louis en su empresa; y la interesada pero agradecida colaboración de todos los humanos con los que el joven cisne se codea para alcanzar su objetivo, desde la profesora que le enseñó a escribir hasta el barquero que le hospedó en el Hotel Ritz de Boston.
Una fábula deliciosa que gira en torno a la comunicación, tanto entre hombres y animales como entre los miembros de una misma especie, y que vuelca toda su magia en la sencillez de su trama y la belleza de sus descripciones, con un ritmo tranquilo para el deleite y un interés más que evidente en la búsqueda de la dulzura en los pequeños detalles, lejos de las emociones fuertes y ritmos atrevidos que tanto se llevan ahora.
E. B. White (1899-1985), autor que ya humanizó a otros animales en Stuart Little y La telaraña de Carlota, obtuvo un gran reconocimiento tras la publicación de esta novela en 1970, llegando incluso a ser adaptada al cine, y en febrero de 2012 la editorial Noguer la reedita con una edición sencilla en tapa blanda que pretende acercar la historia del cisne Louis a las nuevas generaciones de niños. Y digo niños porque a ellos va dirigida en principio, pero me atrevo a puntualizar que esta novela la disfrutarán incluso más los amantes, como yo, de la literatura infantil, los que busquen una lectura sencilla, tierna y agradable a los sentidos, en la que no falte un toque de humor, otro de inverosimilitud, y con la que gozar de una bonita mañana primaveral.