Tove Jansson
Madrid: Siruela, 2006
La editorial Siruela inicia con La llegada del cometa la publicación de una serie de narraciones protagonizadas por los Mumin, una familia de trols que vive en un hermoso valle. Hace ahora 40 años que Noguer publicó la Familia Mumin (1967), al que le seguirían otros títulos editados por la misma editorial y, posteriormente, por Alfaguara.
¿Qué aportan los Mumin al panorama de la literatura infantil del siglo XXI para ser reeditados? ¿Qué interés pueden despertar estos trols, que no dan miedo pero no son del todo ingenuos, en el conjunto de la oferta repleta de niños magos, pandillas con vocación detectivesca y relatos que hablan de la inmigración, las adopciones o la violencia escolar?
Sabemos que las aventuras de esta familia se consideran un clásico de la literatura finlandesa, pues enlazan y se enraizan en sus tradiciones y en su mitología. Estos personajes han desplegado a lo largo de décadas todo un conjunto de referencias en los países nórdicos, donde se han creado museos, se han realizado dibujos animados, obras de teatro y se ha generado un amplio mercado de juguetes y productos variados, pero… ¿Qué lugar podrán ocupar en nuestras lecturas estos Mumins que ahora vuelven a aparecer en las librerías? Pues sin duda el lugar de los precursores y de los clásicos.
Reconocemos en la historia el eco de muchos textos procedentes del folclore, que nos cuentan historias de niños que deben alejarse del hogar en un viaje en el que se enfrentarán a peligros, conocerán a nuevos amigos, sentirán emociones desconocidas como la nostalgia o el amor y regresarán al lugar de partida trasformados y cargados de experiencias. Es el viaje de Ulises y sus compañeros que salieron solo para regresar a casa.
Y al margen de la evidencia de que este cuento pertenece a una tradición literaria de los grandes viajes exteriores e interiores llenos de emoción y aventuras, comprobamos, a través de su tono poético e ingenuo, cómo los niños crecen. Salir y mirar el mundo hace a los personajes estar más atentos con lo que les rodea y les hace olvidarse de ellos mismos, de sus pequeñas manías y obsesiones para tener en cuenta a los compañeros que van encontrando en el viaje.
Esta puede ser una de las claves de algunos relatos infantiles que hace que conserven su valor con el paso del tiempo. Nada tienen de coyuntural, todo es esencial. La isla donde viven y a la que regresan es un topos, los personajes representan a los estereotipos de la madre, el padre, el amigo infantil y egoísta, el filósofo, el aventurero, el organizador, el sabio despistado, la niña presumida, y junto a ellos Mumitrol, que es el personaje más de verdad, con el que el lector de todos los tiempos puede identificarse, porque es el que toma las decisiones finales y es el protagonista de su propia vida.
El tono humorístico y lírico que la autora deja filtrar en su narración y su complicidad con lo que ocurre, le aporta a la narración una gran carga emocional, y arropan al lector en la aventura de crecer. El tono de Tove Jansson es el de alguien que conoce muy bien en qué consiste la infancia, haciéndose cómplice de este juego en el que la necesidad de salir y las ganas de quedarse juegan a partes iguales.
Solo podemos alegrarnos con la reaparición de estos clásicos libros estupendos, que para muchos no tendrán historia y resultarán únicamente una lectura encantadora.