Bart Moeyaert
Ilustraciones de Wolf Erlbruch
Arcos de la Frontera: Barbara Fiore Editora, 2006
Nos encontramos ante un libro álbum de edición muy cuidada. Imaginemos que estamos en el primer día de la Creación: lo primero que se hizo fue la luz. Este libro es una confabulación de claro-oscuros. Las ilustraciones de Wolf Erlbruch iluminan/aclaran el oscuro texto de Bart Moyaert. Lo único que molesta, a mi parecer, son ciertos adornos en la tipografía, repartidos aleatoriamente a lo largo del texto. Pero nos falta el original para comprobar si no nos estamos equivocando para hacer esta valoración. Aunque desde hace algunos años se viene experimentando con la tipografía, rara es la ocasión en que el resultado es completamente satisfactorio. ¿Por qué? Porque queda reducido a un mero adorno carente de significado para el lector, no se trata de una llave que nos facilitara algún tipo de incursión más profunda en las entrañas del libro.
Este libro álbum es realmente un delicioso ejercicio de imaginación. Es un doble reto: por un lado, sólo cuando consigas hacer desaparecer muchas cosas, incluso a tu propia madre, lograrás imaginarte cómo es la nada, y por otro, después de este esfuerzo, volver a ubicar en esa nada a Dios, al protagonista y encima, por ejemplo, una silla, para esperar más cómodamente a que ocurra algo. Porque sin los personajes, las cosas: ¿de qué se podría hablar? ¿Qué se puede expresar sin conceptos, sin palabras? La nada al mismo tiempo es algo muy simple, pero terriblemente complicado. Hagamos un esfuerzo, intentemos imaginarnos la presencia de una nada voraz y al mismo tiempo plana, la que todo engulle y nada contiene. Ciomprobaremos que nuestra imaginación merma con los años. Quiero creer, estoy prácticamente segura, de que aunque esté en juego la propia madre (refencia esencial durante muchos años), se trata de un ejercicio mucho más fácil para los niños: “Si quieres ver el principio de las cosas, debes hacer desaparecer muchas cosas. Incluso a tu madre”.
Un discurso inteligente, poético, nada superfluo ni facilón (aunque complicado, oscuro y críptico para niños) y desde una perspectiva muy actual contrasta con las imágenes sencillas, luminosas, de trazo etéreo que se concretan cuando van apareciendo los objetos tangibles de las manos de Dios. Sencillas, sí, pero magistrales; Wolf Erlbruch se atreve con inmensas páginas blancas en las que sitúa sus ilustraciones mínimamente coloreadas. Naturalmente esta situación va cambiando según la nada desaparece bajo el mundo material, pero aún así, el blanco es el telón de fondo de su imaginario.
Sus ilustraciones de trazo muy simple son tremendamente expresivas. Uno no deja de asombrarse cuando vuelve a constatar lo expresivo que puede ser un simple trazo, el significado que puede tener una línea… Fruto de esta expresividad son unos personajes terriblemente simpáticos: justo en la frontera genial del cliché, en el mejor de los sentidos, y la firma del autor. No nos extraña su apariencia y, al mismo tiempo, son ilustraciones vivas, con carisma, frescura y originalidad.
El texto de Bart Moyaert es otra delicia que te deja volando en un extraño lugar en el que confluye lo sabido, lo que ya hemos leído con anterioridad y una nueva perspectiva, la de un ser humano actual e inconformista, un hombre desnudo y con sombrero. Su misión: la Creación como espectáculo precisa de un público, un espectador. Un hombre consciente de su pequeñez en el universo y que, aún así, se enfada por ser un mero espectador, orgullo herido al ver hay alguien más poderoso que él. Nuestro Dios es parco en palabras, es un obrante, operante, la acción más allá del pensamiento. Es humano en su cansancio al séptimo día, cae rendido, se queda dormido como un bebé. Es divino en su capacidad de disfrutar de su obra. Es simple y prepotente al mismo tiempo.
Lo que más nos extraña de esta visión moderna de la Creación es el desenlace. ¿Pero podíamos esperar otro? ¿En el título no leemos claramente dos palabras: La Creación? El desencanto y el disgusto de nuestro hombrecito con bombín desaparecen cuando recibe a su compañera, al otro igual a su naturaleza que necesita para poder disfrutar de la Creación, una mujer con la que poder compartir y así matar la propia soledad. ¿Machista? Simplemente la esencia cultural de lo que es la Creación, pero nos choca mucho más después de haber volado en significados más libres. De hecho, la mujer que surge es de un rojo tierra, el color más fuerte de todo el álbum.
Un álbum interesante. Nos abre signos de interrogación, nos deleita… ¿Como único álbum en nuestra estantería? No lo creo, le falta una vuelta de tuerca para ser uno de esos álbumes más representativos y esplendorosos. Y al niño tendremos que guiarle entre las palabras, con las imágenes no será necesario…