Daniel Hernández Chambers
Ilustraciones de Xavier Bonet
Madrid: Anaya, 2019
XXXVII Concurso de Narrativa Infantil Vila d’Ibi 2018
Es curioso descubrir que cuando alguien no está seguro en un sitio se ve obligado a adoptar una serie de hábitos para conjurar su suerte. Tal vez por eso Guillermo se empeña en esperar un tren del que nunca se baja la persona a quien desea ver. Por su parte, Isabel, una compañera de clase, se dispone a descubrir su secreto compartiendo con él una colección de sellos que, gracias a que su padre es cartero, es bastante amplia. Además, la chica está convencida de que algún día encontrará el Penique negro, un sello de la época de la reina Victoria de Inglaterra que costaba un penique; o, aún mejor, la primera impresión del Treskiling amarillo, un sello sueco impreso con un error que más tarde corrigieron y cuya versión original tiene mucho valor.
Los dos amigos se dan lecciones de vida a través de sus aficiones. La paciencia de Guillermo es todo un alegato a la esperanza y, gracias a la filatelia, Isabel demuestra que algo tan negativo y mal visto como los errores puede llegar a tener mucha importancia.
–[…] lo que le da valor a un sello, valor de verdad, son los errores.
–¿Cómo que los errores?
–Los fallos producidos a la hora de hacerlos. Eso hace que sean raros de verdad, porque no suelen producirse errores.
Las estrategias de ambos para estar juntos no tienen resultados porque Guillermo no goza de la simpatía del pueblo, ni tampoco de los padres de Isabel que le prohíben verle. Algo que ocurrió en la familia del chico provoca que lo rechacen los adultos y que sus compañeros lo acosen. El deseo de ambos chicos parece difícil de cumplir, pero su amistad, la tenacidad con la que se convencen de que esas pequeñas cosas les harán felices consiguen armar una amistad a prueba de todo. Una historia que se recuerda desde la distancia y con muchos años más que, en este caso, no sirven para madurar en el plano afectivo pero sí para reivindicar que aunque no todos los sueños se cumplen debemos luchar por ellos.
La ilustraciones de Xavier Bonet nos recuerdan a las fotografías antiguas coloreadas a mano donde nuestros antepasados a los quince años parecían ya adultos experimentados y los niños tenían una mirada modelada por las experiencias y las responsabilidades. Son muchos los silencios que se producen en esta historia y muy sabia la manera en que se hacen oír poco a poco. No es lo mismo una infancia ahora que hace un tiempo, ni tampoco vivir en un pueblo pequeño que en el anonimato de una gran ciudad. Pero, a pesar de todo, la historia acaba bien y los personajes ven que sus sueños se cumplen.
Localicé a Guillermo y él también me vio a mí. Se levantó como un resorte y se pegó al cristal.
Eché a correr junto al tren, pero era una carrera desigual que solo podía perder yo. La figura de Guillermo se volvió borrosa enseguida. El último vagón me rebasó y me dejó atrás, cada vez más lejos, pero yo continué corriendo.
No es la primera vez que Daniel Hernández Chambers sitúa una historia en Gorgos, que ya fue el escenario de Miralejos con un enfoque en la costa. Ahora la trama se traslada a la estación de trenes y a la escuela. Este pueblo pequeño y de costumbres arraigadas forma parte de la geografía mítica del autor, que parece tener la facultad de adaptarse a las emociones de sus personajes para difuminarse a su antojo.
La chica que coleccionaba sellos y el chico que esperaba un tren es una historia breve. Si la comparamos con el título parece más largo, y se lee bien aunque deja un poso agridulce porque se tiene la sensación de que las cosas podrían ser de otra manera. Al sumergirnos entre sus páginas parece que nos suceda algo parecido a Historias de cronopios y de famas, de Julio Cortázar, donde en su aparente simplicidad y concisión se escondían historias que desvelaban una serie de misterios invisibles de tan obvios, pero que es necesario descubrir. Como el cronopio que se niega a enviar una carta de amor porque considera que el sello es vulgar.
Hermosa historia, aventura maravillosa para ambos viendo como ambos se conocen y emprenden la aventura.