Leo Lionni
Pontevedra: Kalandraka, 2009
Seguro que muchos de los pequeños lectores de Leo Leonni habrán soñado alguna vez con tener la casa más grande del mundo. Un sueño típico de infancia, al que el escritor responde mirando las imágenes de su propia niñez. Aficionado desde pequeño a los animales, que observaba en un terrario de su propia construcción, será en este pequeño universo, donde Leo Lionni encontrará a los diminutos -y sensatos- personajes que pueblan sus relatos.
Esta vez se trata de la historia de un caracol que sueña con tener la casa más grande del mundo. Será a través de una historia, relatada por su padre caracol, que el pequeño evaluará la conveniencia de realizar su sueño. Porque ¿qué pasaría si un día la casa fuera tan grande que ya no pudiera ni siquiera acercarse a las deliciosas coles? ¿Y si, peor aún, por tener la casa más grande del mundo ya no pudiera moverse en libertad por el jardín?
Las reflexiones del pequeño protagonista invitan al lector a hacer su propia reflexión acerca de la prudencia, la humildad y la sencillez. Y es que para Leo Lionni es justamente en el espacio de la infancia donde se produce “una comprensión intuitiva de la esencia de las cosas y de los acontecimientos”. Sus textos no son otra cosa que la materialización de estas reflexiones.
Es así como tanto en La casa más grande del mundo como en otros títulos de Lionni, nos encontramos con una valoración de la infancia como espacio de comprensión esencial. El mismo autor explica en su autobiografía cómo la continua presencia de las imágenes de la niñez -el pequeño terrario y sus actores silenciosos- sería la que condicionaría la selección de temas, las preferencias formales y el juego de símbolos que caracterizaría su trabajo como artista.
Su trabajo, que comenzaría con Pequeño Azul y Pequeño Amarillo (1959), libro creado por el autor para entretener a sus nietos en un viaje en tren y que utiliza trozos de papel como personajes, convertiría al autor no sólo en un clásico contemporáneo sino también en uno de los pioneros del libro-álbum. A través de la representación abstracta y la utilización de técnicas experimentales, Leo Lionni sentaría las bases para un conjunto artístico que estimula, y sobre todo, valora la apreciación infantil no sólo del arte sino también del mundo.
Según la reflexión que realiza el autor en torno a su propio trabajo, el pequeño lector no sólo sería el destinatario de estos bellos trabajos, sino que una fuente válida en tanto observador atento de su universo. Y es que ¿habrá alguien capaz de mayor observación que el niño que se detiene a observar las dinámicas que establecen los animales y las plantas de su pequeño terrario? Probablemente no. Las historias de Leo Lionni son una prueba de ello.
mas quisiera yo tener una casa como esa, la mia es grandisima pero a esa no llega