Juan Farias nació marino, pero el azar quiso que fuera escritor, quizá por eso, por ese primer destino, su mirada sepa mirar tan lejos y sus libros siempre huelan a mar, ese mar de su Galicia que tiñe su prosa aun a expensas de él mismo.
Juan Farias es escritor, es más, muchos dicen que es escritor de libros para niños; probablemente lo sea, pero sobre todo es escritor y sus textos miran al lector de frente, lo tratan con el respecto de los discursos humildes y necesarios, cualidades tan poco frecuentes en la literatura para niños.
Porque si hay algo respetable eso es un niño y los textos de Juan Farias tienen vocación de respeto, porque son verdaderos.
Juan Farias comenzó a crear un pequeño gran universo literario hace más de cuarenta años y en esa tarea continúa, pues aún no lo ha concluido: sus obras actuales siguen aportando elementos y enriqueciendo los hallazgos al ya rico mundo de este autor, sin duda, el más original y evocador de la literatura infantil actual española.
Aunque sea, de alguna manera, tramposo el tradicional análisis que escinde fondo y forma, ya que solo la ética de la obra tiene valor en la medida en que se manifiesta a través de una determinada estética, por razones de comodidad metodológica para este breve comentario, separemos esos dos componentes: el fondo y la forma o, si ustedes prefieren, el significado y los significantes.
Las tres heridas que para Miguel Hernández constituían el sentido de la existencia -la vida, el amor y la muerte- son las tres razones de ser del mundo literario de nuestro autor. Casi podríamos decir que todos los libros de Juan cuentan una historia de amor que se escenifica de manera realista en un escenario cotidiano; un realismo en blanco y negro, sin estridencias, casi susurrado al oído del lector. Las pasiones y las cualidades que nos definen como especie se ofrecen al lector a través de personajes reales y, sobre todo, verdaderos, esta rara cualidad que singulariza a las grandes obras. La ambición, la ternura, la envidia, la lealtad, el amor, la inocencia, la injusticia y la muerte, como razón de la vida que decía José Bergamín, aparecen sabiamente dosificadas en las historias que cuenta este autor a un lector al que siempre termina haciendo cómplice de sus confidencias, desde esa mirada teñida no por la añoranza, que sería un sentimiento demasiado dulce, sino por la melancolía.
Los escenarios son casi siempre los mismos, con excepción de unas pocas obras: la España rural, las más de las veces a la orilla del mar y, en tras ocasiones, tierra adentro. La época: los tiempos de la posguerra española o los años del desarrollismo franquista.
Los personajes, definidos con la transparencia de una acuarela, tienen una sólida entidad desde el inicio de la peripecia. El autor los va construyendo a través de lo que hacen y dicen; pocas veces se detiene a realizar una descripción minuciosa o una caracterización exhaustiva, pero la realidad es que el lector termina sabiendo perfectamente cómo es cada uno. No siempre los niños son los protagonistas de las historias, pero sí son ellos los que con más ternura son tratados, en su definición, por el creador. Todos y cada uno se nos aparecen absolutamente verosímiles, nítidos, reales.
La narrativa de Juan Farias muchas veces es prosa poética y siempre es: concisa, breve, sugerente, evocadora. Los libros de Juan son cortos, generalmente muy cortos, porque en su proceso de creación sufrieron aquel tratamiento que recomendaba el poeta León Felipe para hacer poesía: ir arrancando todo lo que le sobraba a la escritura para, poco a poco, quedarse con lo esencial. Quizá por ello los textos de este autor son cortos, pero densos; nos han contado muchas cosas en pocas líneas. Casi como si de un haiku japonés se tratase, al lector le acuden muchas imágenes a través de esa mínima estampa evocadora.
Decía Leonardo da Vinci que el creador realiza siempre la misma obra y la hace a su imagen y semejanza; en el caso de Juan Farias esto se cumple completamente: Juan cuenta siempre el mismo cuento y por lo que cuenta parece que el que cuenta es un hombre bueno.
Pocas veces los pequeños lectores, y los lectores adultos, han encontrado, al menos desde que existe la expresión literatura infantil, un universo literario tan sugerente y verdadero. En muchas ocasiones se dice que los libros infantiles los escriben los autores desde el niño que llevan dentro; en esta ocasión cabría decir que Juan Farias escribe para el adulto que todos los niños llevan dentro.
Desde Guatemala un patients de don Juan Farias, si el lo llegase a leer (poco probable) le cuento que mi padre se llamaba Rafael Farias Garcia Rendules Marquez Ezqurdia, nacho en Madrid en el 23, alguna vez escuche de mi padre que el era su pariente, de todos modos es un orgullo saber de el y de sus valores.