¿Habéis experimentado alguna vez esa angustiosa sensación cuando quedan pocas páginas del libro que tenéis entre las manos y pensáis cómo demonios va a resolver el autor el final? Quedan ya muy pocas páginas para terminar, con todo lo que queda por resolver… ¿cómo acabará esta historia? ¡Es que no puede ser, no le va a dar tiempo! ¿Me va a dejar con la intriga y lo va a resolver en un segundo libro?, pensaba yo. ¡No, me niego!, exclamaba furiosa mientras toqueteaba las pocas hojas que me quedaban ya. Me equivocaba… Pero empecemos por el principio.
La historia no puede comenzar peor, tengo que reconocerlo, porque encontramos a una pobre niñita de once años rodeada de nieve, abandonada a su suerte en el primer día de sus vacaciones de Navidad. Elizabeth Somers vive con sus tíos, Burlap y Purdy, debido a que sus padres fallecieron en un accidente de tráfico hace algunos años. Tras salir del colegio encuentra una nota en la puerta de la casa que le indica lo que tiene que hacer a partir de ese momento: coger el tren de las 6:20 dirección norte, hasta un lugar donde coger un autobús que la llevará hasta el hotel Winterhouse.
Un billete, tres dólares y ausencia de cariño. Mal empezamos, ya os lo había dicho. Desde luego tiene motivos para apuntar en su libreta, en la entrada cuarenta y tres de su lista Razones por las que no me caen bien mis tíos: “Porque me han enviado por Navidad a un hotel en mitad de ninguna parte, sin dinero y apenas ropa”. Desde luego es para odiarlos hasta el infinito y más allá. Pero será, precisamente, ese viaje el que cambiará su vida para siempre.
En el asombroso Hotel Winterhouse conocerá, no solo a su amable propietario Norbridge Falls, también el que pasará a ser su mejor amigo, Freddy, con el que compartirá aventuras muy locas, y con el que tiene muchas cosas en común, pero sobre todo una afición que les ayudará en los momentos más complicados de su estancia en el hotel. Ambos son especialistas en construir anagramas (construcción de palabras a partir de reordenar las letras de otras palabras). De hecho, en el título de cada capítulo, la última palabra da pie a otras que se han incorporado también como una coletilla.
¿Y qué sucede en este hotel que pueda ser del interés de los niños? Además de comer estupendamente, bañarse en la piscina climatizada, hacer excursiones por un maravilloso paisaje nevado y deslizarse con un trineo hasta acabar exhaustos, descubren (bueno, en realidad es ella la que descubre todo… ¿quizá porque es parte del problema y de la solución?) una biblioteca que esconde terribles secretos, cuadros familiares que contienen mensajes ocultos, y algo muy importante: hasta los mejores amigos se pueden enfadar.
Una extraña pareja y su no menos extraña caja en forma de ataúd, un angustioso sueño que se repite, un libro que parece tener vida propia y esa sensación extraña que siente Elizabeth de vez en cuando, suponen todo un aliciente para no dejar de leer hasta llegar al final que, ya digo, no parece llegar nunca mientras las páginas se acaban y el lector desasosegado se pregunta: ¿Quién es en realidad Elizabeth Somers? ¿Por qué le suceden precisamente a ella esas cosas tan extrañas? ¿Qué traman la pareja siempre vestida de negro? ¿El señor Falls tiene algo que esconder? ¿Por qué encontrar El Libro es tan importante?…
Muy entretenido, muy bien escrito, con las dosis precisas de suspense para no aburrir, la ternura necesaria para conmover, y la sutil descripción de un lugar muy especial en un ambiente navideño del que apenas se es consciente. Hay dos libros más (los misterios por descubrir del hotel son tantos que Elizabeth y Freddy no tendrán tiempo de aburrirse) que leeré con mucho gusto porque éste me ha sorprendido y me ha encantado. Perfecto para leer en las vacaciones, como no podía ser de otro modo, de Navidad.
Nos regalaron este libro y lo dejé en la estantería de libros para regalar, pero con esta estupenda reseña lo voy a retirar de allí para leerlo en breve 😅. Muchas gracias 😍