Ulises Wensell nació en Madrid, en 1945. Ingeniero técnico químico por formación, pero dibujante, pintor e ilustrador por vocación y decisión personal, es autor de las imágenes de muchos libros para niños que han alcanzado difusión internacional.
A lo largo de su trayectoria profesional ha obtenido varios premios: el Primer Premio nacional a la mejor labor de ilustración otorgado por el Ministerio de Cultura español, el Premio Lazarillo otorgado por el Instituto Español del Libro, el Owl Prize otorgado en Japón por votación popular, los colectivos Janusz Korzak y Jane Adams, el premio de la Asociación de Ilustradores de Madrid o el premio de la crítica “Serra d’Or” de Barcelona.
También ha figurado en la Lista de Honor de los Premios Andersen y recibido diversos diplomas y menciones honoríficas en distintas exposiciones. Pero el premio que más aprecia es el que le conceden los pequeños lectores cuando disfrutan mirando las páginas de los libros que ha ilustrado.
¿ Cómo fueron tus comienzos en la ilustración? ¿ Qué tipo de estudios has realizado?
Mis comienzos fueron un tanto particulares. Normalmente se llega a ilustrar libros después de haber cursado estudios en una escuela de arte, o de haber trabajado como grafista, como pintor o grabador, o en el terreno del Comic o la ilustración publicitaria. Yo había aprendido a manejar aceptablemente el óleo viendo a mi padre, que empleaba su tiempo libre en hacer copias de los grandes maestros del Prado, pero lo que estudié fue química industrial, en la actual Escuela de Ingeniería Técnica, quizás porque creí que era eso lo que me gustaría, ya que desde que era un crío me entusiasmaba mezclar colores y materias.
Para costearme los estudios vendía algún cuadro y trabajaba como colaborador eventual en la Cinemateca del Ministerio de Educación. Fue allí donde, conociendo mi faceta de pintor, me encargaron la realización de unas ilustraciones para las series de diapositivas didácticas destinadas a los niños. A aquel encargo siguieron otros y acabé dejando la química por los pinceles.
Conseguir un estilo propio… ¿resulta difícil?
Es una cuestión de evolución, de desarrollo de la propia voluntad expresiva y comunicativa. En aquella época el nivel artístico del libro ilustrado infantil era ya muy alto y había ilustradores con estilo muy definido. Admiraba mucho a Perellón, que tenía una increíble ductilidad para pasar de la pintura al óleo, a la ilustración simbólica para adultos o a la de tono afectivo para niños. Admiraba mucho también a Asun Balzola, que hacía un dibujo tan personal, tan limpio y libre de ataduras. Y a Luis de Horma. Y a Boix, Calatayud, Pacheco, o Jose Ramón Sánchez. Pero nunca intenté imitar su estilo. Quería encontrar mi propia vía de expresión. Algo que combinara mi voluntad de hacer pintura con el ingenuismo expresivo. Algo de eso había en la ilustración centroeuropea. Y en la pintura japonesa. Me inspiré en eso. Mis conocimientos de técnica pictórica me habían permitido descubrir pequeños secretos que hacían misteriosamente atrayente una obra, fuera cual fuera el tema de la misma. El tratamiento de la luz, las lejanías, las sombras, los brillos en el agua, la vibración de un color. Decidí que no me interesaba tanto la ilustración basada en la estilización lineal como la posibilidad de hacer pintura para niños y de expresar y transmitir sensaciones de ese tipo. Aún lo intento.
¿Fueron duros los comienzos?
No tanto. Enseguida fui requerido por una conocida editorial de textos didácticos y en poco tiempo me confiaron la dirección del estudio gráfico. Luché bastante para modificar el antiguo concepto de libro de texto y se hicieron cosas interesantes, que muchas editoriales imitaron después, pero dejé el cargo, porque apenas podía dedicarme a ilustrar.
Entonces pude trabajar como colaborador ocasional para otras editoriales e ilustrar no ya textos didácticos, sino libros de literatura para niños, textos de imaginación y fantasía, en los que la labor del ilustrador es más libre y que permiten desarrollar un estilo personal.
¿Que técnicas sueles utilizar?
Creo que he utilizado y combinado todos los recursos técnicos que estaban a mi alcance. He empleado el gouache, los acrílicos, las tintas, las acuarelas, el óleo, los rotuladores y hasta el betún de Judea. No desdeño emplear el ordenador. Las técnicas pueden variar. Lo importante es lo que se comunica al utilizarlas.
¿Nos puedes contar como has ido evolucionando?
Creo que no sabría. No es una evolución en línea recta hacia un objetivo definido. Es mas bien una espiral, un abandonar y retomar cosas. Uno de mis primeros libros tenía ilustraciones asimilables a la pintura metafísica y simbólíca de Giorgio de Chirico, el siguiente, no tenia nada que ver con él. Los libros por los que obtuve el premio Nacional de Ilustración y el Lazarillo (en ese orden, curiosamente) tampoco permitían hablar de “evolución”. Mi método eran las pruebas, se trataba de hacer libros diferentes, según lo que me sugiriera el texto. Pero hay algo en mis antiguas ilustraciones que estaba allí desde el principio, y sigue estando en las últimas. Quizás sea cierto tono afectivo, cierta intención de expresar sentimientos, cierta necesidad de simplificar la compleja realidad observable, que implica un modo selectivo de mirar y de ver. Si mi estilo ha evolucionado algo, seria para resolver los problemas de representación que ese modo de ver conlleva… sin perpetrar deformaciones estilísticas demasiado extrañas al público o ajenas a la sensibilidad común.
¿ Qué papel crees que juegan los álbumes ilustrados en la educación?
Un papel importantísimo. No sólo porque en los álbumes ilustrados niños pueden ver distintos estilos y técnicas y eso les prepara a enfrentar sin prejuicios a los diferentes estilos que podrán apreciar en las obras de arte… no sólo porque el niño que se detiene a contemplar una ilustración en todos sus detalles podrá luego disfrutar de la contemplación detenida de un cuadro, una escultura o una hermosa obra arquitectónica, sino sobre todo, porque lo que el ilustrador de libros para niños pretende, es conectar con la sensibilidad infantil y comunicar y transmitir a los pequeños lo que hacen y sienten los personajes de la historia que ilustra.
Las imágenes son la primera lectura atenta e interesada de los niños que aún no saben leer, y un medio excelente para invitarles a leer, a descubrir qué dicen las líneas de texto. Son útiles para enriquecer su propia imaginería interior, para nutrir su imaginación y provocar su fantasía y su voluntad de contar lo que ve, inventando a su modo una historia. Pero son útiles además para ayudarles a conocer, interpretar y compartir sensaciones, sentimientos y emociones. Para despertar y desarrollar su sensibilidad y su afectividad. Hoy que tanto se habla de la necesidad de potenciar la inteligencia emocional, esto parece de enorme importancia. Cuando ilustro para niños, yo siempre procuro transmitir lo que me descubren las sugerencias del texto, incidiendo en las sensaciones y emociones, en las actitudes que expresan afectividad y emotividad. Intento poner en mis ilustraciones algo de ternura, gracia, humor… y me hace feliz que los pequeños y el público adulto, las contemplen con complicidad afectiva, con simpatía y reconocimiento.
¿Con qué libros has disfrutado más al ilustrarlos?
Con los que tienen animales como protagonistas. Me gusta dibujarlos respetando su aspecto. No pretendo humanizarlos vistiéndolos con faldas y pantalones. No necesito eso para transmitir a los niños que son seres que sienten y pueden experimentar dolor, miedo, alegría, o enfado, como ellos. ¡Pero también disfruto con otros muchos temas de ilustración!
¿Hay algún clásico que te gustaría ilustrar especialmente?
Mira, ahora que lo dices… me gustaría ilustrar La Odisea. El regreso de Ulises a su tierra natal. Parece difícil, pero ahora que he ilustrado nada menos que La Biblia, creo que podría acometer la tarea.
Las ilustraciones de La Biblia, son una maravilla ¿Cuánto tiempo te llevó ilustrarla? ¿Y que supuso ese trabajo?
Agradezco tu elogio. A mí me resultó muy gratificante realizarlas. Fue un trabajo de dos años. Las historias del Antiguo Testamento podían ilustrarse como un cuento, pero procuré documentarme respecto a la época y las vestimentas, de manera que los niños pudieran reconocer el periodo en que se desarrollaban cuando estudiaran historia o historia del arte. El Nuevo Testamento fue más complicado. Había que dibujar, infantilizando su imagen, personajes que no podían perder en ningún momento dignidad e importancia, que no podían resultar “monigotitos de cuento”. Era difícil lograrlo, sin perder la unidad de estilo que debía tener el libro, pero creo que lo conseguí. Puse mucho en esa Biblia. Y cuando terminé, quería volver a empezar. Algo que no me ha pasado con ningún otro libro.
¿Te dedicas a otro tipo de trabajos?
Hace tiempo diseñé decorados, muñecos y vestuario para programas infantiles de televisión como La mansión de los Plaff o Destino: Plutón… El trabajo de un ilustrador con cierta ductilidad no tiene fronteras.
¿Nos puedes contar en que estás trabajando ahora y que proyectos tienes?
Estoy ilustrando pequeñas historias con animales como protagonistas. El texto es de Paloma, mi mujer. Son historias nada banales porque ella es filósofa y no le gusta la llamada “fantasía blanda”, sin sentido ni propósito. Piensa que los niños se bastan solos para inventar mil argumentos fantásticos, dando rienda suelta a su imaginación, pero que los autores literarios deben poner la suya al servicio de un contenido que merezca la pena transmitirles. De algo que contribuya a su proceso de interiorización, a su formación afectiva, a encontrar vías de solución a sus problemas, sus complejos o sus miedos Dice que, como madre, le hubiera encantado encontrar libros ilustrados que, además de entretener y divertir a los pequeños, tuvieran un contenido útil, algo que les ayudara a entender, a aprender, a crecer. Imagina historias con ese propósito, pero no son en ningún caso textos didácticos, educativos o con moraleja. Son simpáticas y curiosas. Disfruto ilustrándolas. Como trabajamos juntos podemos conseguir una excelente relación texto/imagen.
Proyectos…
De momento, seguir pensando con mi mujer nuevas historias, seguir ilustrando, seguir mezclando colores y materias en fin, seguir haciendo lo que siempre me gustó hacer.
Conservo como una joya un libro de lectura Senda de Santillana ilustrado por Ulises Wensell
en 1971. Sé de memoria las ilustraciones y los cuentos releidos una y otra vez en mi primera infancia. Estoy segura de que en mi pasión por el dibujo tuvieron mucho que ver sus ilustraciones y su imaginario. Mil gracias Ulises
Tengo un cuadro pintado.por ulises wensell. Quisiera saber que precio podia tener. Si alguien me puede informar.lo agradeceria. Mi correo.es reno1150@hotmail.com. Gracias