Instituto Goethe Madrid / 22 de febrero de 2008
El pasado viernes 22 de febrero un reducido grupo de profesionales de todos los ámbitos de la literatura infantil tuvimos la suerte de celebrar un encuentro-debate con el ilustrador alemán Quint Buchholz en el Goethe Institut de Madrid. Desde Babar, transmitimos nuestro agradecimiento a esta institución, por su amabilidad al invitarnos y organizar este acto.
Para quienes no están muy familiarizados con su trabajo, aquí va una pequeña reseña biográfica: Buchholz realizó estudios de Historia del Arte en Munich, y más tarde de pintura y artes gráficas. Desde 1988 ha ilustrado numerosos libros de otros autores, y otros en solitario. Ha recibido numerosos premios por su trabajo. Por El coleccionista de momentos obtuvo el Bologna Ragazzi Award. Su estilo hiperrealista y su técnica son inconfundibles. Una de sus ilustraciones más conocidas es la que realizó para la cubierta de El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder. Ha publicado en las más prestigiosas editoriales alemanas, como Hanser, DTV o Sauerlander, y sus libros han sido traducidos a numerosos idiomas.
Un hombre con barba blanca de dos días y pelo igual de canoso se sienta tras una pequeña mesa, de espaldas a la pizarra del aula y de la pantalla del proyector, en el que, una vez se apagan las luces, comienzan a aparecer ilustraciones que nos son muy familiares. La primera, un dibujo de Einstein que fue cubierta de un antiguo número de Muy Interesante. Curiosamente, en la edición alemana de esta revista el dibujo iba en interiores…
La siguiente imagen es bien conocida por sus seguidores. Un grupo de músicos sobre un tablón que hace equilibrios sobre una roca. Nos cuenta que hizo esta ilustración para un sindicato de músicos, el más importante de Alemania. Pero tuvo un problema: cuando les enseñó el resultado final, los músicos se quejaron de que sólo aparecieran hombres. Pero les gustaba tanto la imagen, que Buchholz tuvo que modificarla para que hubiera más paridad.
A continuación, ilustraciones de su primer álbum, Duerme bien, pequeño oso (Lóguez, 1998). Al hilo de este libro, Buchholz nos comenta que un aspecto importante en los libros infantiles es el de la seguridad. Esto no es válido para todos los libros, pero esa sensación de sentirse seguro es importante. El mundo se ha hecho muy complicado para nosotros, los adultos, y podemos estar seguros de que para los niños también.
La siguiente diapositiva es sorprendente. De hecho, es una ilustración, pero no de ningún libro, sino un dibujo que Buchholz ha preparado para mostrar su técnica de dibujo. En la parte izquierda, formas y líneas difusas y poco perfiladas. A medida que avanzamos hacia la derecha, el trazo se perfila mucho más, en ese estilo hiperrealista que le identifica.
“No me gusta tener que explicarlo pero siempre me preguntan, por eso he dibujado esta imagen para poder mostrarlo. Cuando comienzo un dibujo tengo que saber exactamente qué va a haber en cada sitio, por eso necesito un esbozo antes. Por eso primero hago un dibujo previo con los perfiles de los elementos de la ilustración. Cuando no existían aerosoles, usaba la técnica del estarcido, soplando con un tubo. Con este método cubro las grandes extensiones, y las partes que no tienen que recibir tinta las tapo con un papel. Esta es la parte más fácil. Entonces cojo una pluma, la más fina, y le doy la vuelta para que sea más fina todavía. Y con eso trabajo todos los espacios, de manera que esta estructura gruesa queda más fina. Y con la pluma dibujo todas las sombras y los detalles finos. Es una técnica que necesita mucho tiempo y que requiere mucha paciencia”.
Unos pingüinos irrumpen en la pantalla. Se trata de Am Südpol, denkt man, ist es heiss, el segundo libro con la autora Elke Heidenreich. Así explica Buchholz la historia y génesis de este libro: “Nos hemos dedicado a la cuestión de por qué los pinguinos siempre estan en el polo sur vestidos tan elegantemente y solo esperan y esperan. Lo que hemos averiguado es que los pinguinos son unos grandes amantes de la ópera. Y una vez al año viene un barco de ópera y toca para los pinguinos. Y como no saben cuándo viene el barco, por eso siempre están vestidos. El libro ya tiene unos cuantos años, pero ese año eran los tres tenores los que llegaban al polo sur, y cantaban La Traviata para los pingüinos. José Carreras representa a Alfredo, y Plácido Domingo al estricto padre. Luciano Pavarotti representa a Violeta. También hay un director de orquesta, que es el editor del libro (que por lo visto quería verse en un dibujo levantando la batuta y haciéndose oír). Al final, Violeta se pone enferma y muere, y por supuesto, los pinguinos sufren en el patio de butacas. Alfredo la lleva en brazos, y se termina la función. Así que los pinguinos se van a casa y se quedan otro año esperando que vuelva el barco”.
Siguiente diapositiva: una de las muchas metáforas visuales ilustradas por Buchholz con la lectura o los libros como tema fundamental. “A lo largo de los años he dibujado muchas imágenes que tienen relación con el escribir y el libro como objeto. Mi editor tuvo la idea de hacer de todas estas imágenes un libro (El libro de los libros, Lumen, 1998). Ál conocía a muchos autores, así que eligió un dibujo para cada autor y le pidió a cada uno que escribiera una historia sobre él”.
Lo siguiente que vemos es la cubierta de El coleccionista de momentos. “Al principio, solo tenía una idea muy vaga sobre la historia. Primero hice todas las ilustraciones, y solo después me puse con el texto. Es una historia de amistad entre un joven y un pintor. El pintor vive durante un año en la casa del joven, tiene ahí su taller. El joven puede ver de cerca cómo se crean las imágenes, y las imágenes del libro son las que el pintor dibuja. [La imagen de cubierta] Es la imagen con la que he intentado explicar qué es lo que quiero decir con este libro. Me gusta hacer ilustraciones que tengan diversas posibilidades de interpretación, que abran posibilidades pero no expliquen claramente. Me gusta dibujar puertas donde se ve algo pero no se sabe lo que pasa detrás”.
Pero no todo son libros: “De vez en cuando necesito pintar imágenes que no tengan relación con nada (como la que estamos viendo aquí: un cobertizo en medio de un campo de cultivo) de manera que yo pueda ver dónde me conducen. Esta forma parte de una serie de dibujos generales que no están terminados. Forman parte de una historia que ni yo mismo se aún cómo es. Solo tengo una impresión de la atmósfera que tiene que tener. Y creo que es correcto empezar con las imágenes y no con el texto. Esta es la última imagen [tras una ventana, iluminados por el sol, Buchholz y un pingüino miran hacia el horizonte]. A veces yo simplemente estoy ahí, como el pingüino”.
Cuando terminó con sus diapositivas, y las luces nos devolvieron a la realidad, comenzó el debate. No hubo que esperar mucho para que se empezaran a plantear las primeras preguntas, que resumimos a continuación:
Formación y trayectoria
Primero se dedicó a pintar cuadros sin ningún tipo de formación. Más tarde entró en una escuela. Hacía exposiciones como pintor antes de dedicarse a ilustrar. Hizo una práctica en un laboratorio de fotos, a la gente le gustaba lo que hacía, y le empezaron a mandar trabajos. Lo pasó muy mal en esa época, porque su técnica le impedía trabajar rápido. Solo hacía cuadritos pequeños, y la gente se quedaba decepcionada cuando los veía. Hizo intentos con el pincel, y tuvo que aprender desde el comienzo esta nueva técnica para pintar más rápido. Le costó mucho tiempo hacer el cambio de una técnica a otra. Ahora, en cambio, se puede permitir trabajar con más calma, y le dedica a cada cuadro el tiempo que necesite.
El trabajo en las editoriales surgió a raíz de visitar ferias de libros con su carpeta. Muchas editoriales le dijeron que su trabajo no encajaba en la temática infantil. De hecho, no fue su idea ir a la feria de Frankfurt, pero hacía poco tiempo había hecho una exposición y dos amigos suyos libreros le dijeron que tenía que ir allí. “En la vida tienes que dar con la gente adecuada en el lugar adecuado”.
Pronto se dio cuenta de que tenía que trabajar más rápido ilustrando, porque necesitaba el dinero para comer. Por otra parte, las editoriales intentaron desde siempre que sus ilustraciones fueran más amables. Entonces se puso con su técnica a hacer lo que quería, y claro, cada ilustración le llevaba bastante tiempo. Eso provocó que durante esos años no tuvieran mucho dinero, su mujer y él.
El texto después de las ilustraciones
El editor de El libro de los libros vio una diferencia muy grande en cómo cada escritor se enfrentó a la ilustración. Era parte del proyecto que fuera diferente cómo cada escritor se relacionaba con la imagen. Era muy interesante para ver cómo personas que saben escribir reaccionaban de manera tan distinta al ver una imagen.
Las historias fueron llegando a lo largo de un año. Buchholz tuvo que aprender a dejar libertad a los autores, y esperar a ver cómo contaban la historia que él había ilustrado. En ese experimento hay unos textos más acertados que otros, pero no era cuestión de apretar al escritor a ver si mejoraba esto o lo otro, sino a ver qué salía.
Atmósferas inquietantes
En sus libros se respira una atmósfera del silencio, y hay elementos que se repiten (los faros, los libros, las ventanas, el mar…) A Buchholz, sin embargo, le cuesta explicarlo, porque él no pinta con esa intención. Pinta de tal manera que el lector se quede en la atmósfera que él quiere dar, pero no hay una intencionalidad. Esos motivos recurrentes a veces tienen un sentido para él, pero otras veces no. “Lo que ves es lo que eres”.
Ál pinta cuadros, no pinta la realidad aunque su técnica sea realista. Lo que a él más le preocupa es la atmósfera, porque tiene que ver con el sentimiento. No tiene sentido tratar de plasmar la realidad, porque a los cinco minutos ya es distinta. Una representación real es imposible. Le gusta decir las cosas desde el sentimiento, no desde la cabeza. Y nos cita una frase que aparece mucho en su trabajo: “Programar al cerebro para que no piense demasiado”. Esto nos sorprende, dado que su técnica es tan racional. Pero Buchholz replica que solo es esa parte de su trabajo la que está muy medida.
Referencias
Hopper es un pintor que siempre le ha gustado. Un crítico del New York Times dijo una vez que son ilustraciones que podría haber pintado Hopper si hubiera estado tomando clases con Magritte.
La luz
Trabaja mucho haciendo fotografías de momentos y lugares con una luz que le gusta. Colecciona detalles, luces, etc, y luego los usa para trabajar. La luz es en ocasiones la protagonista de algunas de sus ilustraciones, pero Buchholz afirma que no es algo consciente. No es el tema, pero es un elemento muy importante en su trabajo.
Buchholz y los niños
Cuando apareció su primer libro infantil, su editor creía que era para adultos. Y él era de la opinión contraria. Buchholz considera que a los niños no hay que darles todo mascado. De hecho, ha recibido muchas cartas de niños, de sus lectores. Los niños hacen de todo con sus libros: completan ilustraciones, hacen ilustraciones nuevas, se inventan nuevas historias para los dibujos… En Suiza ganó un premio al mejor libro infantil publicado en francés, y el jurado estaba compuesto solo por niños. Es el premio del que más orgulloso se siente.
Trabajar con textos ajenos
Sobre este tema, nos cuenta que en cierto sentido es mucho más fácil, porque le dan la historia hecha, y sabe de qué va, no como en los libros que hace él, que van surgiendo a medidia que los pinta. En el caso de Die Sara, die zum Circus will, Gudrun Mebs y el hablaron durante mucho tiempo, y luego cambiaron partes del texto para amoldarlo a las ilustraciones.
Su lugar de trabajo
Buchholz vive a las afueras de la ciudad, pero su estudio lo tiene en el centro. No obstante, tiene la suerte de que está aislado en un patio interior donde no se oye ningún ruido, y es muy tranquilo. Eso sí, nada más abrir la puerta y salir a la calle, de repente se choca con todo el bullicio de la ciudad.
Bibliografía seleccionada en castellano
Nero Corleone: una historia de gatos. Texto de Elke Heidenreich, Lumen, 1998.
El libro de los libros: historias sobre imágenes. Lumen, 1998.
El coleccionista de momentos. Lóguez, 1998.
Duerme bien, pequeño oso. Lóguez, 1998.
El verano del lucio. Texto de Jutta Richter, Lóguez, 2005.
Traducción: Moka Seco y Alejandra Navarro
Redacción y material gráfico: Babar
Organización del encuentro: Instituto Goethe de Madrid
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