El pez que sonreía

Jimmy Liao
Traducción de Jordi Ainaud i Escudero
Cádiz: Barbara Fiore, 2010

Cuando vuelvo a leer El pez que sonreía no puedo evitar sentir la misma ternura que la primera vez que conocí la historia, a través de un precioso y emotivo corto de animación. Un ser tan pequeño, aparentemente ajeno a lo que sucede más allá del cristal de su pecera, que es capaz de cautivar solo con su sonrisa al más despistado de los viandantes.

Pero ¿qué se esconde tras esa sonrisa? Pues sin duda, un profundo deseo de libertad y el anhelo de volver a casa. Y durante ese camino de vuelta, uno descubre que a menudo olvidamos de dónde venimos, nuestros orígenes, nuestra casa. Olvidamos las canciones de nuestra infancia, los bailes (o el bailar sin necesidad de un motivo); olvidamos nadar en libertad porque nosotros mismos hemos creado una barrera transparente, una gigantesca pecera que nos impide avanzar, ir más lejos.

Sin embargo, nunca es tarde para deshacernos de esas innecesarias peceras que nos hacen olvidar el camino recorrido. Una amable y sincera sonrisa nos puede devolver los recuerdos, nos puede reconciliar con nosotros mismos, con los que éramos hace años.

Las historias de Jimmy Liao a menudo me parecen complejas, muy personales, intimistas. Por lo general, no son fáciles, son más bien enigmáticas, profundas, y sin embargo desprenden una pureza y una hermosura cautivadoras que hacen que su obra sea genuina, de un atractivo irresistible, claramente reconocible y de gran relevancia en el ámbito de la literatura infantil.

Por eso esta historia me sorprende, me sorprende precisamente por la sencillez de sus palabras, por la cercanía de la historia y por la hermosa nostalgia que desprenden sus imágenes. A través de este cuentecito nos traslada a momentos discontinuos de nuestra infancia y a nuestros sueños, de tal forma que en algunos momentos uno no sabe si sueña, ve o recuerda, o si se trata de uno mismo o de otro.

En definitiva, un precioso viaje a través del tiempo, los sueños y los anhelos trazado, cómo no, en luminosos azules y verdes que cautivan con rotundidad pero sin el menor esfuerzo al lector.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *