El milagro del oso

Wolf Erlbruch
Ilustraciones del autor
Traductor de L. Rodríguez López
Salamanca, Lóguez, 2002

Hay dos datos relativos a El milagro del oso que, antes de su lectura, permiten anticipar que estamos ante un libro notable: el hecho de que haya merecido el Premio Alemán de Literatura Infantil y el que su publicación en España se deba a Lóguez, una editorial que se distingue por lo acertado de sus criterios y lo acreditado de su larga trayectoria.

El autor es el ilustrador alemán Wolf Erlbruch que, junto al escritor Werner Holzwarth, dio origen a El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza, uno de los álbumes ilustrados más celebrados de la pasada década. Por cierto, la obra ha sufrido una reciente reedición, tan penosa en su formato como poco respetuosa con el lector infantil. Se advierte una clara continuidad entre ambos títulos, no sólo en su aspecto gráfico, como sería de esperar, sino también en su estructura narrativa. Y es que, del mismo modo que ocurría con el topo, al oso se le plantea un problema (de proporciones más trascendentales que el que afligía a su antecesor) que le lleva a interrogar sucesivamente a varios animales hasta que, finalmente, alcanza la deseada respuesta. Igualmente, hay en esta historia fino humorismo y hasta una ironía que, si bien puede que el lector infantil no llegue a alcanzar, sin duda complacerá al adulto.

Un oso se despierta famélico y exhausto de su prolongado letargo invernal. Tras recuperar su oronda buena forma le da por pensar en “el gran, fuerte padre oso que él podría ser”. Los animales a los que consulta sobre cómo conseguir su propósito le ofrecen fórmulas evasivas, ensoñadoras, del tipo de “las cigüeñas que vienen de París”. De su limbo de ignorancia vendrá a sacarle una “mujer oso” tan encantadora y sabia como sólo las hembras saben ser, que le abre los ojos sobre la falsedad de las historias que mantenían confundido al oso y que le promete que juntos podrán tener niños osos la primavera siguiente, “si tú colaboras un poquito”. El libro concluye con la frase, “y buscaron un lugar blandito en alguna parte de un claro del bosque, entre la alta hierba”, a la que acompaña una imagen genial de los dos osos mientras se internan en la floresta.

Las ilustraciones de Erlbruch presentan unas figuras compactas de cuerpo entero que recortan sus volúmenes sobre un fondo plano en el que apenas se insinúa la línea del horizonte, el perfil de unas montañas o unas leves nubecillas. Las imágenes ofrecen una lectura complementaria de la información contenida en el texto, lo que multiplica el juego de significaciones del libro.

El cuento tiene una segunda parte. Pero esa es otra historia y corresponde a los padres contarla al calor de las gratas sensaciones que procura El milagro del oso.

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