Jordi Sierra i Fabra
Madrid: Loqueleo, 2018
Estamos en 1881, el buque Odisea parte con rumbo a Nueva York. A bordo, cientos de emigrantes se embarcan en busca de un futuro mejor (o de un futuro, a secas). Entre ellos, Alberto, Clara, Mercedes, Gerardo y Narciso que, por diferentes motivos, se ven obligados a abandonar su Barcelona natal para siempre. Junto a ellos, recorremos no solo las aguas del océano sino también sus esperanzas y sus miedos, y sufrimos de la misma manera el hambre, el frío y la incertidumbre de un viaje que entrelazará sus destinos de manera determinante.
Es un viaje muy duro: la escasez de comida, las incomodidades, las enfermedades… No hay garantías de llegar a destino sanos y salvos y una vez en Nueva York, tampoco hay certeza de que puedan entrar en el país o de que vayan a encontrar la vida que van buscando y que se les ha negado en su tierra. El viaje y después la propia ciudad pondrán a prueba las esperanzas de estos jóvenes y sus más bajos instintos saldrán a relucir. El afán de supervivencia puede despertar el lado más oscuro del ser humano: envidia, celos, odio… y Sierra i Fabra nos lo muestra sin edulcorar.
La Nueva York que el autor nos describe con tanto nivel de detalle no es precisamente la ciudad ideal: la Gran Manzana a la que tantos viajaron esperanzados es, en palabras del propio Sierra i Fabra, «una fruta ácida», una urbe emergente donde triunfa el que logra sobrevivir cada día tras 16 horas de trabajo ininterrumpido, una paga miserable y un lugar aún más miserable donde sobrevivir al frío mortal del invierno y al calor asfixiante del verano. Es la historia de una ciudad que comenzaba a dar forma a muchos de sus emblemas arquitectónicos como el puente de Brooklyn o el edificio Dakota, testigos sin saberlo del nacimiento de una de las ciudades más impactantes del mundo. Sierra i Fabra no la adorna: hay ladrones, trileros, prostitutas, personas que viven de aprovecharse de la necesidad de otros… así como personas que han tenido la suerte de nacer en la calle con el número adecuado. No es ni mucho menos un paraíso, más bien es un infierno de asfalto en el que se vislumbra la jungla que es hoy: hermosa y peligrosa a partes iguales.
Este podría ser el relato de cualquiera de los emigrantes que buscan una oportunidad lejos de su país y de sus familias; la nuestra propia, porque nosotros también fuimos emigrantes y parece que últimamente no nos acordamos de lo difícil que es abandonar todo lo que conoces y arriesgar lo más valioso que tenemos, nuestra propia vida, para empezar de cero en un lugar donde no conoces a nadie y apenas hablas el idioma. El gran sueño es un magnífico ejercicio de memoria: es fascinante como una novela ambientada en el siglo XIX puede tener tanta vigencia en el momento actual. Esta es, en definitiva, la historia de un viaje en muchos sentidos, no solo el geográfico, y es un largo viaje… hasta nuestros sueños ni más ni menos.
“Miles de emigrantes siguen desplazándose cada año por el mundo, huyendo, sobre todo, de guerras, pero también de hambrunas o persecuciones políticas. Nadie se acuerda de los que mueren y, a veces, ni de los que viven”.