Helme Heine
Ilustraciones del autor
Madrid: Anaya, 2003
El otro día conversaba con un amigo acerca del entretenimiento, habitual entre los niños, de pisar charcos y de lo sorprendente que es que puedan pasar horas ocupados en tan sencillo juego.
Acababa de releer El coche de carreras, y el comentario sobre el libro andaba pendiente en algún lugar del que debía rescatarlo. En ese momento en que recreaba la visión imaginaria de unos pequeños reflejándose en el agua recordé el libro, por no sé qué curiosa asociación de ideas.
Helme Heine dice y transcribo de forma literal: “Quiero que todos los niños sean felices en la medida de lo posible”. Puede que este sea el nexo de unión entre lo que nos sugieren unos niños chapoteando y el texto de este autor excelente: la necesidad del juego en la infancia para poder crecer, enfrentar y asimilar la realidad.
Este libro es una lección magistral de cómo reproducir la vivencia que un niño hace del mundo, desde su entorno más próximo.
Heine recrea este mundo de forma escueta y sencilla, casi transparente y a la vez perfectamente precisa. A través de los personajes animales pero niños -por todos conocidos ya que esta es la segunda entrega en la que aparecen-, el autor presenta un mundo de juego mediante texto y suaves acuarelas, que explican simultáneamente la historia y se unen sin posibilidad de fisura entre ambos.
Relatos contados por partes iguales y en perfecto equilibrio por texto e ilustraciones, conforman este título dentro de la colección Sopa de Libros, que se supera en calidad con cada nueva edición.