Mermelada de Fresa
Daniel Nesquens
Ilustraciones de Fino Lorenzo
Anaya, Los Álbumes de Sopa de Libros, 2001
De puntillas
Antonia Rodenas
Ilustraciones de Rafael Vivas
Anaya, Los Álbumes de Sopa de Libros, 2001
La colección “Sopa de libros” de la editorial Anaya inaugura colección de álbumes de gran formato. Es una buena noticia puesto que la colección merece la atención del lector: una edición exquisita, una apuesta innovadora en la ilustración y una positiva diversidad de propuestas: una disparatada historia de humor, Mermelada de fresa y un repliegue poético, De puntillas.
Mermelada de fresa consiste esencialmente en la descripción de un divertido ratón a quien no le gusta el queso sino le gusta la mermelada de fresa, tal como nos indica el título. El ratón es descrito por el niño que lo posee en calidad de mascota, regalo su hermano mayor. El optimismo producido por la mermelada sitúa al ratón en un mundo perfecto de armonía con su dueño donde los desayunos conjuntos remiten al espíritu festivo de los sábados.
El humor lindante con el absurdo, la convivencia entre niños y animales y la comida como universo de bienestar forman parte del universo de ficción habitual de Daniel Nesquens, conocido de los lectores de “Sopa de libros” por su divertidísimo Diecisiete cuentos y dos pingüinos. Sin embargo, aquí la anécdota de la historia es tan escasa, la recreación gozosa del clima tan sutil que está por ver hasta qué punto los niños pueden sentirse atrapados por un tipo de propuestas que se limitan a esbozar un personaje y un clímax.
Por ello, parece que es la ilustración la que se lleva la parte del león. El trabajo de Fino Lorenzo, merecedor del premio “Ciudad de Alicante” por este título, mezcla dibujos y collages reproduciendo el entorno cotidiano con una originalidad y una imaginación que parece llamada a hacer las delicias de los niños. Especialmente si la propuesta dispara la vena creativa de los lectores que pueden sentirse motivados a investigar con recortes de catálogos y con sus propios dibujos para recrear escenas imaginativas. La atención a los detalles es fundamental para apreciar tanto los elementos principales (el ratón que cambia su mirada y el fondo del papel con el que está representado o que llena las páginas con sus huellas) o secundarios (esa señora antigua que va saltando de un trampolín a través de distintas imágenes o esas habitaciones descompuestas en elementos). Composición, colores, formas y técnicas sorprendentes se ofrecen al lector en una auténtica fiesta de sábado de la experimentación plástica en la que sonreír con el desparpajo del ratón Papas Fritas.
De puntillas nos lleva a un mundo absolutamente distinto. El predominio del blanco, la viveza de los colores y la multiplicidad de pequeños elementos dan a ambos álbumes un aire de familia. Pero aquí acaban los paralelismos. La imagen encuadrada y numerada de De puntillas mantiene un orden y una estricta colaboración con el texto extendido en la parte inferior de las páginas. El texto de Antonia Rodenas nos remite a la cadencia de un poema que desgrana el crecimiento de un niño entre un “antes”, cuando Juan era “tan pequeño” (y las imágenes tan desbordantes de objetos y colores) y un “después” de que toda la ternura recibida se traduzca en fuerza para crecer (a través de la contemplación lenta y la maduración afectiva reflejada en suaves colores y paisajes). Una llamada elaborada a los sentimientos, contada por la voz materna (en una acertada imagen que resuena como una princesa), pero que nos lleva a preguntarnos si se trata de una perspectiva algo descentrada para la comprensión infantil que debe enfrentar el libro sin saber ni siquiera quien está hablando.
Bienvenidos, pues, dos álbumes exquisitos e innovadores, pero que pueden haber tenido excesivamente en cuenta la perspectiva adulta sobre los gustos infantiles…¿o no? Tal vez ese sea un interrogante que debamos remitir a la observación de su acogida.
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