Jutta Richter
Ilustraciones de Jacky Gleich
Salamanca: Lóguez, 2011
La escritora alemana Jutta Richter (1955) tiene la gran habilidad de meternos dentro de la cabeza de sus personajes infantiles, y mostrarnos el mundo a través de su particular mirada. En este nuevo álbum, publicado en Alemania en 2010, conocemos a una niña que vive en un pequeño pueblo, que imaginamos cubierto de nieve, con olor a leña y humedad. Una niña que no es como el resto de sus compañeros de clase. Su color de piel es oscuro, su pelo es demasiado corto, y hace poco que se mudó con su madre a este lugar. En la función de Navidad, le ha tocado hacer de oveja negra. Ella preferiría hacer de María, pero ese papel está reservado para Beatriz, una niña malcriada y cruel.
La prosa de Richter, que lamentablemente ningún redactor de Babar tiene la suerte de poder leer en su idioma original, sorprende en cada frase, nos ilumina con una lógica infantil tierna, desconcertante y evocadora. Esto hace que empaticemos con el personaje que nos cuenta la historia, y sintamos la misma angustia que esta niña ante la llegada de la función de Navidad, ante la tortura que para ella supone ir al colegio por la crueldad de sus compañeros y su severo profesor, ante la indefensión que le provoca sentirse no solo extraña, sino diferente en muchos aspectos.
Afortunadamente, esta historia acaba bien, y permite que nuestro corazón deje de encogerse por un momento para disfrutar junto a la protagonista de esos pequeños regalos que a veces la vida concede a quienes más los necesitan.
Las ilustraciones de Jacky Gleich transmiten también la dureza y frialdad de un entorno hostil, y no nos dejan ver claramente a la protagonista hasta que hemos avanzando bastante en la historia, en un ejercicio de respeto por la información que nos va transmitiendo la autora. Una información que, no obstante, resulta menos interesante que otras incógnitas que nos plantea el texto, como por ejemplo el pasado de la protagonista y su madre.
Y es que Jutta Ricther no nos muestra la historia al completo, más bien nos encandila con un breve capítulo y nos quedamos pensando en los otros que no hemos podido saborear pero que imaginamos deliciosos.