Jürg Schubiger
Ilustraciones de Rotraut Susanne Berner
Traducción de Amaya Bárcena y Marisa Barreno
Madrid: Anaya, 2015
El cielo estaba algo gris, de ese gris que lo ingleses llaman blue. Crucé la calle y me pasos me llevaron hasta una de mis librerías favoritas. Entré y me detuve en el libro de poemas de David Mayor, Conciencia de Clase (los ojos grandes de verlo todo se hacen pequeños), y mi vista se fue hacía una portada de fondo amarillo pajizo, o cobrizo. Reconocí el dibujo de Rotraut Susanne Berner, acudí a su llamada. Estaba en la mesa de novedades. Y es que Cuando el mundo era joven todavía había vuelto a las librerías, esta vez encuadernado en tapa blanda. Lo abrí y comprobé que era su séptima edición. Pocas. “Si este pedazo de libro sólo lleva siete ediciones, qué esperamos los demás”, pensé.
Lo escribió Jürg Shubiger (Premio Hans Christian Andersen 2008) por el conjunto de su obra. El libro alcanzó el Premio al mejor libro juvenil, en Suiza, en el 96. En Alemania, mucho más prácticos, lo etiquetaron como Premio al mejor libro infantil y juvenil, también en el 96.
Anaya tuvo la brillante idea de publicarlo dentro de esa colección tan estupenda que es “Leer y pensar”. Leí el libro en su primera edición, lo releí y lo he vuelto a leer. Y no tengo ninguna duda: daría la vida de mi mejor amigo por escribir un libro así. Me quedo corto si digo que Cuando el mundo era joven todavía es uno de los mejores libros que he leído en los últimos quince años.
Si son cinco los continentes, las vocales, los dedos de una mano, o los brazos de una estrella de mar, son seis los pilares sobre los que se cimienta este Als die Welt noch jung war: “Cielo y Tierra”, “Cosas”, “Animales”, “Nombres y magia”, “Otra vida”.
A día de hoy, visto lo visto, faltaría un séptimo apéndice, “Otra muerte”: sólo hay que leer los periódicos. O saber que Jürg Schubiger falleció en septiembre del 2014. Cuando todavía no éramos nada, como ahora. Se marchó y nos dejó esta enorme obra que hay que leer línea a línea y entrelíneas.
Con inteligencia, ironía, sensibilidad, surrealismo y un cierto don poético, Schubiger nos narra desde el alto del campanario la condición humana que discurre paralela a la vida. Su manera particular, casi física, de mirar el mundo. Como en aquellos esquemas de pizarra donde se abrían divisiones y subdivisiones, se van desplegando cada uno de los pilares enumerados anteriormente. El autor va “desmenuzando” precisas peripecias llenas de ternura, ingenuidad, humor, amor… que el lector, embobado, va leyendo.
“Vino un elefante, no me acuerdo de dónde”. “Una muchacha salió a buscar la suerte”. “En nuestro bosque vive un animal blanco”. “Un padre tenía tres hijos exactamente iguales”… Así comienzan algunas de estos relatos que fascinan al lector con sus guiños y destellos. Singulares historias y aventuras por las que discurren personajes de todo tipo. Miradas ingenuas e intemporales. Situaciones que sirven como pretexto para que los personajes, de todo tipo y condición, actúen de forma consecuente y paseen con elegancia por las diferentes fábulas que Schubiger escribe en un estado de gracia. Gestos absolutamente cotidianos, lógicos.
Si así son los comienzos, los finales (calcetines desparejados) nos apremian a pensar. Nos premian con pensar.
Y si el texto maravilla, no menos asombro provocan las ilustraciones de la reconocida y extraordinaria Rotraut Susanne Berner. Ilustraciones entrañables e inconfundibles. Un hermoso lujo en una tierra tan fecunda.
Acabo: Als die Welt noch jung war no es, en ningún caso, un libro arrojado al limbo de la literatura. Usted mismo lo podrá comprobar.