José Rosero
Salamanca: Lóguez, 2013
Clarice era una reina es un peculiar álbum del artista colombiano José Rosero, basado en un personaje real, que pone en juego dos discursos paralelos, bien distintos, entre texto e ilustración. Ya desde la cubierta podemos apreciar el contraste entre una estética de cuento de hadas y la crudeza de una historia dura y real: vemos lo que parece un elegante vestido, pero si nos fijamos, en realidad se trata de un patchwork un poco basto, y también podemos apreciar las manos y pies de la protagonista que asoman disimuladamente por detrás de la tela, con lineas negras duras, sin color. A este “engaño” se suma el diseño de la cubierta, con una tipografía decorada más propia de un cuento de princesas que de una historia costumbrista. Y si veis el booktrailer que hemos incluido al final de esta reseña, también observareis ahí que el juego se lleva a cabo con una música ambiental pomposa, majestuosa (no sabemos qué pieza es, pero tiene pinta de fanfarria…)
Al llegar a la primera página nos pegamos la primera bofetada: un plano picado nos muestra a una mujer sentada en una acera desangelada, rodeada de palomas, y envuelta en una manta de colores. Debajo, el comienzo del relato: “Ese día Clarice quiso volver a casa. Ya conocía suficiente sobre el aire de afuera y sobre los matices del gris, que se extendían en el suelo como caminos”. Cuando volvemos sobre la ilustración, nuestra mirada ya no se fija en la colorida figura, sino en el gris que la rodea y en las grietas que recorren el suelo a su alrededor.
A partir de este momento asistimos al desarrollo de esos dos discursos paralelos: por un lado, el texto nos habla de una princesa que se prepara para volver a su palacio convertida en reina; por otro, en las imágenes vemos a una persona solitaria, abandonada, que recorre calles desvencijadas, como ella. En su figura, adornada con vestidos dignos de una princesa, resaltan su rostro, sus manos y sus pies castigados y llenos de arrugas, pues carecen del color que llena sus ropajes.
El lenguaje de José Rosero, tanto el visual como el escrito, es contenido, sobrio, y precisamente por eso es eficaz para contar una historia creíble y que emociona. Emoción de la de verdad, de esa que cuesta poner en palabras. Más aún si sabemos (porque sospecharlo es fácil) que la protagonista de este álbum está basada en una persona real, a la que no nos cuesta imaginar, y que sentimos más dolorosamente cerca después de abandonarla en la última página del libro.