Joan McPhail Knight.
Ilustraciones de Melissa Sweet.
Traducción de Miguel Ángel Mendo.
Ediciones Serres. Barcelona, 2001.
A finales del siglo XIX, el pintor impresionista francés Claude Monet se instaló en la pequeña villa normanda de Giverny. A su alrededor brotó una nutrida colonia de artistas, muchos de ellos norteamericanos, que acudían a la localidad para imbuirse del nuevo estilo pictórico. El libro construye una ficción, a partir de esos hechos históricos, en torno a una familia que viaja desde Estados Unidos para establecerse en la villa. La autora adopta la fórmula del diario, escrito a lo largo de un año por Charlotte, la única hija del matrimonio, que va anotando en un cuaderno las emociones y descubrimientos que experimenta desde el momento en que emprenden el viaje a bordo de un trasatlántico. La niña se muestra deslumbrada por la experiencia de la navegación, por las novedades que le ofrece Francia y por la vida en estrecho contacto con la naturaleza. Mientras el padre instala su estudio de pintor en la casa que han alquilado, Charlotte se enfrenta al aprendizaje del francés, entabla amistades con los vecinos y se adapta a las costumbres de su recién estrenado medio social. El libro concluye con el alborozo que le provoca el anuncio de la inminente llegada de su mejor amiga.
La obra presenta un tono confiado y feliz, en consonancia con la existencia de una familia acomodada, en un entorno de belleza y de creación artística. Ajena a los conflictos sociales de la época y a las preocupaciones materiales, la protagonista desgrana las impresiones que le produce el paso de las estaciones y el contacto con los artistas (de entre los que emerge con fuerza la figura de Monet) y se entrega al registro pormenorizado de los acontecimientos que se suceden en la pequeña sociedad, apacible y amable, de Giverny; una boda, la Navidad, la aparición o la partida de vecinos, unas compras en París…
En consonancia con el contenido, la escritura transcurre sin sobresaltos, con la sencillez de estilo propia de una niña que entrega al diario sus confidencias con tanta ingenuidad como solemnidad. El texto va acompañado de numerosas imágenes: reproducciones de cuadros pintados por artistas residentes en Giverny (que encuentran su contexto en el curso de los acontecimientos del relato), fotografías antiguas y collages y deliciosas acuarelas que se suponen realizados por la niña. Todo ello otorga al libro un nostálgico aire de época y lo convierte en un hermoso objeto de contemplación.
este libro lo lei cuando era niña ahora tengo 22 años m trae muchos bellos recuerdos m transportaba a ese lugar muy bonito libro pero recuerdo q tenia una segunda parte nunca la pude encontrar