El escritor Carlo Frabetti (Bolonia, 1945) se hizo con el Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor gracias a su obra Calvina, un manuscrito que destaca por la ambigüedad de su protagonista, “un niño calvo que no sabe en ningún momento si es niño o niña”, que pasa de ser víctima de un asalto a su caserón, “algo siniestro”, a dar órdenes al ladrón, al que obliga a quedarse con él y hacer de “padre” por unos días.
Durante la rueda de prensa de presentación de los premiados, el autor señaló su intención de tratar el tema de la identidad, ya que en su opinión cada uno tiene derecho a contar lo que quiere de sí mismo.
En esta obra se superponen dos historias paralelas, en las que “lo que parece secundario, para mí es principal”, según indicó Frabetti. Una de ellas “es un poco gótica” y la otra transcurre en un manicomio-biblioteca, donde “cada loco se identifica con un personaje, una novela, o la obra completa de un autor”, como el Sombrero Loco de Alicia en el país de las maravillas, John Silver o la obra de Calvino.
Por su parte, la joven murciana Marta Zafrilla (1982) obtuvo el Premio de Literatura Juvenil Gran Angular con su primera novela, Mensaje Cifrado, una obra que se centra en la memoria histórica y en el uso de las nuevas tecnologías con el transfondo de la Guerra Civil española.
“Santiago es un adolescente que tenía una íntima relación con su abuelo, con el que jugaba muchísmo al juego de la Oca. Al morir éste, el tablero quedará come herencia y servirá para llevarlo, casilla a casilla, en su aventura hacia un enigma que tendrá que descubrir”, explicó la autora.
De esta manera, el tablero de la oca supone para la escritora “una metáfora de la vida”. “Por medio de la tecnología y la investigación el protagonista tendrá que revivir toda la época que vivió su abuelo”, apuntó Zafrilla.
El Premio Internacional de Ilustración recayó en la autora e ilustradora catalana Ima Pla (Barcelona, 1964) por su trabajo Los pájaros aprenden idiomas, una parábola del medio ambiente centrada en “la síntesis de la imagen”.
“Es una historia narrada y contada en imágenes muy sintéticas que parten de un esqueleto visual sencillo para hablar de temas más profundos”, explicó Imapla (como la autora se denomina). “La narración es como un puzle, donde, si se rompe el ritmo de una pieza, aunque sea pequeña, se rompe todo”, añadió la ilustradora catalana.
En referencia a los protagonistas de su obra, Imapla indicó que en realidad no hay idiomas, sino que intervienen árboles, pájaros y un leñador. A pesar de no haber diálogo, todo se basa en el paisaje urbano, enriquecido por los ruidos y las voces.