María Rosa Serdio
Ilustraciones de Julio Antonio Blasco
Avilés: Pintar-Pintar, 2015
El escritor francés André Gide decía que hay dos clases de escritores: los escritores eficaces, que escriben lo que quieren, y los verdaderos creadores, que escriben lo que pueden. Muchos años después, Javier Marías dice (cito de memoria): “El mejor escritor es el escritor muerto”.
María Rosa Serdio confirma la primera de ellas, pero no merece la segunda. Quizá porque es una persona que escribe —no porque ella lo haya decidido premeditadamente— desde la segunda instancia de creadores, es decir: aquellos que escriben lo que pueden. Y, evidente, ni se ajusta ni deseamos que pertenezca al grupo al que se refiere Marías.
Existe entre la persona María Rosa Serdio y su obra una suerte de continuidad. Algo así como si en ella, y por extensión en su poesía, se cumpliera aquella máxima griega de que belleza, verdad y bondad tenían que ir inevitablemente unidas. No ha hecho falta llegar a la posmodernidad para saber que, y cada vez más, estas instancias aparecen, lamentablemente, escindidas. No es el caso que nos ocupa: Bolso de niebla, de María Rosa Serdio, ilustrado por Julio Antonio Blasco.
Bolso de niebla es un libro de poemas. Desconozco cuánto tiempo ha tardado María Rosa en escribir este libro, pero parecería que se tratase de una obra de lenta destilación. Como si, a lo largo del tiempo, su autora hubiera ido anotando en un cuaderno íntimo momentos de sutil observación, paréntesis de su cotidiano, instantes inefables.
Sea así no no, Bolso de niebla es un conjunto de poemas que atrapan instantes que transcienden la observación prosaica que define el devenir diario del tiempo. Vaya una muestra de lo que digo:
Existe un paréntesis
donde se abren
las palabras
para ofrecer su corazón
de colibrí.
¡Ah!, y perdonen las citas. Ya saben lo que decía Leonardo Da Vinci: “El hombre que argumenta citando demuestra memoria, pero no inteligencia”.